Mucho se ha discutido acerca de qué tan paralelamente funcionan los negocios y la regulación. Con la cuarta revolución industrial encima, las nuevas alternativas existentes y el apetito de los emprendedores y las organizaciones por descubrir nuevas formas de negocio por perdurar en el mercado, hay mucho camino por recorrer en cuanto a normatividad se refiere.
No se trata únicamente de regular por regular. Tampoco de desregular en exceso. Se trata de buscar la medida perfecta o casi perfecta en la aplicación de la normatividad. Para lograrlo, es necesario que los tres poderes del Estado, en este caso el colombiano, estén suficientemente preparados y mantengan el equilibrio entre el conocimiento adquirido a través del tiempo y las nuevas herramientas con las que cuentan para darle respuesta a las exigencias de los negocios emergentes.
Uno de los principales actores en esta discusión es el poder legislativo. Cuanto más y mejor preparados estén los legisladores, más y mejores oportunidades tendrán los negocios emergentes.
No obstante, el ejecutivo también tiene una responsabilidad muy importante en este esquema. Con la “economía naranja” como uno de los principales pilares del actual gobierno, también se vislumbra un largo camino por recorrer en materia de regulación.
Mucho se habla de los incentivos tributarios, pero recordemos que, si bien estos son interesantes, no son los únicos en los que hay que pensar. Por ejemplo, la supervisión a la que serán objeto los nuevos negocios deberá actualizarse y para que eso ocurra serán necesarias numerosas adaptaciones en las superintendencias actuales.
Por último, en materia de reportes financieros, la contabilidad tiene un papel preponderante. Uno de los mejores ejemplos de regulación paralela a los negocios ha sido la aplicación de la ley 1314 por la cual se hizo la convergencia de Colombia a NIFF.
Estas normas, por ejemplo, son de aplicación internacional y su intención es precisamente es ser la guía para que los estándares internacionales sean coadyuvantes con las nuevas alternativas de negocio.
Lo que hay que revisar en este sentido es cómo se han capacitado y qué tan listas están, actualmente, las empresas para llevar una contabilidad de clase mundial que cumpla con los nuevos requerimientos de los negocios y sus exigencias. Del mismo modo, las superintendencias deben estar preparadas para supervisar bajo dichos estándares internacionales, con regulación clara y adaptada a la nueva realidad.
Por esta razón, es latente la necesidad de que exista una regulación activa que además sea integral, es decir, que se anticipe y se transforme de cara a los nuevos retos. Y esto, sin duda, es un asunto que le compete al Estado y le exige dejar una huella en el presente que tenga repercusión en el futuro, para que quienes decidan aceptar este desafío, puedan ser bien llamados estadistas y no gobernantes o simplemente políticos.