Sin una dirección, ¿cómo sé qué camino tomar?
Usar lo que aprendimos
C
harles Darwin decía: “No es la especie más fuerte, ni tampoco la más inteligente la que sobrevive; es la que se adapta rápidamente al cambio”, y la situación actual pone in extremis este concepto; en efecto, la pandemia está provocando cambios acelerados en todos los aspectos de nuestra vida tal y como lo vimos en el capítulo anterior, está forzando a las entidades (personas, organizaciones, instituciones, gobiernos, entre otros) a dar respuesta lo más pronto posible, con la desventaja de que, si equivocamos la acción, seguramente el precio a pagar será muy alto y con consecuencias a muy largo plazo. Así que, en este capítulo y en los próximos, usaremos la información que recolectamos en la autoexaminación realizada en el capítulo anterior; el objetivo de este análisis es establecer una línea base para poder medir el avance y definir el éxito de nuestra adaptación al nuevo entorno. Con la evaluación conseguimos entender con mayor claridad las capacidades que nos permitieron avanzar en la pandemia, qué capacidades nos hicieron falta, nuestro posicionamiento ante los clientes, el valor de nuestra cultura, el empuje del liderazgo y nuestra capacidad de anticipación, entre otros aspectos fundamentales para afrontar situaciones de alta incertidumbre y volatilidad.
Conocer el punto de salida
Para poder avanzar en el proceso de transformación, y con la información obtenida en el paso anterior, tenemos que establecer claramente el punto de partida y una manera simplificada para hacerlo es clasificando el resultado de las preguntas realizadas en dos categorías: puntos de dolor y oportunidades. Cuando contestamos objetivamente las preguntas, en realidad lo que estamos exponiendo son las capacidades creadas, identificando carencias y errores, entre otros hallazgos; sin embargo, para evitar una clasificación errónea estableceremos los criterios específicos:
Puntos de dolor y oportunidades
Seguramente hemos realizado este análisis en muchas ocasiones, sin embargo, comenzaremos realizando una distinción fundamental para el nuestro. La identificación de oportunidades está relacionada a una capacidad, esto significa que una oportunidad solo es una oportunidad si tenemos una capacidad propia o acceso a una capacidad (a través de una relación formal establecida con un tercero) para hacerle frente. Por ejemplo, tengo propiedad intelectual para la segmentación de clientes y poder relacionar esta información con el sentimiento hacia la organización a través de redes sociales, lo que me permite enfocar una estrategia de marketing dirigida en el corto plazo. En ese sentido, la distinción para puntos de dolor está relacionada con la falta de capacidades, carencia de conocimientos, dudas existentes, regulación en contra, falta de recursos, entre otros. Un ejemplo, claramente el home delivery es una tendencia importante, y no podemos clasificarla como una oportunidad, si no tengo una plataforma tecnológica y un esquema de logística que le dé respuesta efectiva en el corto plazo, por lo tanto, es un punto de dolor, ya que tengo que construir capacidades para realmente poder aprovechar esa condición en el entorno.
Ahora, con este inventario procedamos a clasificar en grado de importancia (baja, media y alta) cada una de las sentencias obtenidas en la clasificación correspondiente, con lo que ya tendremos completamente terminada la línea base. Este es el punto de partida real de la organización en estos momentos de la fase de la pandemia, y es muy distinto en cada organización al considerar su contexto, giro e impacto.
Entonces, ¿hacia dónde nos dirigiremos?
Teniendo claridad del punto de partida, tenemos que crear nuestro norte y aunque es un ejercicio de imaginación, tenemos la suficiente información para lograr una ambición lo suficientemente equilibrada.
En mi caso en particular, cuando estoy dando consultoría a alguna organización, me gusta explorar ideas que pueden parecer totalmente irreales o demasiado ambiciosas, porque cuando se logra un 10% de una gran ambición, en verdad se han dado pasos muy importantes. Crear un norte es pensar en el estado futuro de la organización, es un proceso para imaginar y establecer dónde nos gustaría posicionar a la compañía en un plazo razonable (digamos en tres años en el futuro); y esta circunstancia nos ofrece esa posibilidad de repensar nuestro negocio, la posibilidad de iniciar acciones con un fin en particular, de hacer un reset en nuestra forma de evolucionar el negocio.
Por ello, es muy importante crear una referencia fija para tomar las decisiones que en todo momento nos vayan acercando al destino que alguna vez imaginamos. Este es un tema que en muchas organizaciones se crea tomando referencias de éxito en el entorno digital y en muchos momentos se expresan con frases tan ambiguas como “seremos el Uber de los servicios de mensajería”, “vamos a ser el Amazon de Latinoamérica”, “nuestro objetivo es ser el Spotify del retail”, que, si bien hacen referencia a organizaciones con gran desarrollo y que sin duda son un gran ejemplo a seguir, el reto en realidad es descubrir qué significan esas frases para las organizaciones que expresan su ambición de esta manera. Una manera de entender esas frases reside en exteriorizar lo que hace diferentes a esas organizaciones: la capacidad de personalizar el servicio, de entender profundamente al cliente, de ser conveniente (en el momento en el que se requiere, lo que se requiere y por el canal que estoy acostumbrado a usar para solicitarlo), su capacidad logística, entre otros aspectos.
En realidad, un norte es justamente encontrar las características que, asociadas a la ambición, configuran a nuestra organización en un futuro, que le permitan ser resiliente, la doten de flexibilidad, le den agilidad para contestar a la velocidad que requiere el negocio, con una capacidad importante de innovación, entre otros. El norte también contiene elementos en referencia a la relación que se quiere tener con el cliente; algunas organizaciones lo han expresado en términos de servicio y satisfacción, otras en términos de las emociones que infunden en los clientes; en general, establecer una clara ambición repercute de manera casi refundacional en una organización.