Es vital analizar lo diferente que es moverse hacia arriba o hacia la derecha en el mapa estratégico anterior.
Hacia arriba implica cambiar compañías que carecen de agilidad, que operan sistemas con alto grado de legacy pero robustos procesos y políticas que incrementan la predictibilidad y consiguen que todos los empleados actúen bajo unos mismos parámetros, a la vez que impiden la toma de riesgos o decisiones con rapidez.
Mientras que, hacia la derecha, debemos diseñar un modelo de transformación para organizaciones que carecen de procesos y políticas robustas y son incapaces de operar bajo una disciplina estratégica, con culturas muy orientadas a la acción y plantillas con mentalidad más flexible, con menos aversión al riesgo y con una afinidad mayor hacia las nuevas tecnologías.
Transformando cadenas de valor no departamentos corporativos
En una economía cada vez más integrada y donde diferentes operadores colaboran para lograr trasladar los productos y servicios a los usuarios, el éxito de un proceso de transformación depende de conseguir rediseñar la cadena de valor desde el origen hasta el final. En otras palabras, las transformaciones incluyen a tus proveedores y socios: a tu ecosistema.
Un gran porcentaje del dinero invertido sin apenas retorno en este tipo de procesos, está destinado a iniciativas de transformación puramente cosméticas, más parecidas a optimización de procesos departamentales, alejados de los conceptos de centralidad en el usuario o transformación integral de la cadena de valor. Estos programas se ejecutan ignorando las interdependencias con otros departamentos dentro de la misma organización y la coordinación con el resto de integrantes de la cadena de valor. Un ejemplo de esto es el escaso éxito del sector financiero en rediseñar, con un alto componente digital, la concesión de hipotecas al enfocarse casi exclusivamente en el proceso de solicitud.
Sin embargo, incorporar proveedores en los programas de transformación es un proceso complejo y heterogéneo, por lo que tiende a ser despriorizado, a pesar de la gran creación de valor que supone. Los retailers y fabricantes de vehículos más exitosos han entendido su valor y han utilizado esta palanca para alcanzar ventajas competitivas respecto al resto de operadores.
Seleccionando la estrategia de ejecución adecuada
Por lo tanto, para nosotros hay tres posibles velocidades para ejecutar de manera exitosa el plan de transformación.
Primera - Pasito a pasito. Abordando la transformación de un proceso clave de la organización a la vez. Sugerimos esta opción para las empresas que no están en modo de crisis, aquellas que aún cuentan con el lujo de tener tiempo. Estas operan en mercados que no cambian rápidamente, pero se enfrentan a las restricciones de tener recursos limitados para invertir en una transformación en este preciso momento y es fácil anticipar una fuerte resistencia al cambio.
El lanzamiento de iniciativas aisladas, con gran visibilidad y mitigando los riesgos de ejecución, convencerán a la plantilla de las bondades de la transformación y no se convertirán en una amenaza para la estabilidad de sus puestos de trabajo. A la vez, se dotará a la organización del nivel de competitividad necesario cuando los cambios en el mercado hayan cristalizado.
Segunda - Me siento con suerte. Muchas organizaciones se encuentran bajo una sensación de urgencia por cambiar, y la complejidad y tamaño de sus operaciones hacen que los procesos tengan numerosas interdependencias. Nosotros creemos que, en este caso, la respuesta correcta es escalar el proceso en tandas, cada una más grande que la anterior (de manera geométrica). Este enfoque requiere más recursos y una organización mejor preparada para hacer frente a variaciones rápidas, esponsorizadas por el Consejero Delegado.
El proceso es mucho más complejo que el anterior y requiere no solo las capacidades de rediseñar procesos core e implantarlos en entornos aislados de la compañía, sino que necesita de una gestión más holística. Una gestión que sea capaz de coordinar diferentes grupos de trabajo y que medie en las áreas de solape o interdependencia.
Es clave que grandes colectivos de empleados cambien su rutina de trabajo de manera sincronizada, adoptando diferentes grados de responsabilidad, relacionándose regularmente con un mayor número de departamentos y adoptando maneras comunes de trabajo con equipos con los que anteriormente interaccionaban de manera esporádica.
Tercera - Cuesta abajo y sin frenos. Finalmente, hay situaciones en las que las dinámicas competitivas han cambiado y la transformación es una cuestión de vida o muerte. En estos casos, el foco principal de la compañía es reinventarse para poder seguir siendo competitiva. Los recursos deben estar puestos al servicio de este proyecto de supervivencia. Se requieren equipos preparados y dispuestos a cambiar.
Este último escenario tiene como fin la supervivencia a corto plazo. El foco no está sobre el análisis y el mantenimiento de la continuidad de las operaciones, sino en el rediseño, siguiendo el método heurístico de prueba y error. Es clave que la organización sea rápida admitiendo errores y sea capaz de abandonar líneas de trabajo que no se muestren eficaces con celeridad.