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Ha llegado el día. Nada puede fallar. María sube al escenario. Se coloca detrás del atril, pero es más alto que ella.
Los responsables de la organización se ponen nerviosos, no quieren interrumpirla pero tienen que hacer algo... con su 1.40 de estatura, ni siquiera se le ve la cara. Pero María es mucha María, y con eso no habían contado.
Así que María rodea el atril, se coloca delante y se enfrenta a la audiencia.
Ha practicado mucho. Mucho. A todas horas y en todas partes. Al despertarse, al acostarse, con sus compañeros, con su familia, en casa y hasta en la parada del autobús.
Juanjo, su novio, es la persona con la que más le gusta practicar. Cada tarde la escucha con paciencia y, embobado, le dice que lo ha hecho genial. María a veces no se lo cree mucho, pero lo cierto es que es lo que quiere escuchar.
Respira hondo y comienza a dar sus argumentos. María no solo quiere opinar. Ella quiere convencer. Y de paso, comerse el mundo, ¿por qué no? Gesticula, habla con fuerza y mira con determinación, una por una, a las personas que hoy se han congregado para asistir al debate.
Hoy, por fin, todos la escuchan. Y la verdad… más les vale. Porque María, es mucha María.
María tiene síndrome de Down, pero eso es lo de menos. Hoy ha podido debatir y dar su opinión. Porque María, tiene mucho que decir, y eso… eso es lo de más.