Desde hace años, los ciudadanos de las grandes ciudades españolas sitúan la contaminación y el tráfico que les rodea entre sus tres principales preocupaciones.
Desde hace años, los ciudadanos de las grandes ciudades españolas sitúan la contaminación y el tráfico que les rodea entre sus tres principales preocupaciones. Y la situación no mejorará; las tendencias sociales y económicas, el cambio de hábitos de vida y consumo de los ciudadanos y, el aumento exponencial del comercio digital, generarán importantes incrementos de actividad y flujo de mercancías que tensionarán aún más el ecosistema en los próximos años, por lo que es necesario tomar medidas en materia de movilidad y, en concreto, en distribución urbana de mercancías para garantizar la calidad de vida del ciudadano en las grandes urbes.
Estos problemas no sólo tienen consecuencias para el bienestar del ciudadano, sino que además generan una importante pérdida de competitividad: el coste económico agregado de la contaminación, la congestión y la siniestralidad asciende al 2% del PIB
Una ineficiencia económica y un coste humano de este calibre, en los tiempos actuales y en una sociedad cada vez más exigente en términos de sostenibilidad, plantean de por sí la urgencia de un plan de acción inmediato para mejorar la movilidad urbana. Las nuevas tendencias de “la vida urbana del siglo XXI” lo convierten en un imperativo, especialmente en lo que a Distribución Urbana de Mercancías se refiere, puesto que en breve constituirá la mitad del tráfico total de las ciudades.
Las previsiones indican que la concentración urbana seguirá aumentando y, con ello, el volumen de mercancías que se introduce en las ciudades. Además, la búsqueda incesante de la comodidad de compra por parte del ciudadano aumenta la densidad comercial en las urbes y, con ello, sus necesidades de abastecimiento.
El e-commerce es el indudable protagonista del nuevo paradigma de consumo. El gasto online en productos que requieren movimientos de mercancías ha aumentado más de un 20% en los últimos cuatro años y, en este último año, hasta un 35% respecto al anterior 2019, y de su mano llegan nuevas exigencias de los compradores que plantean grandes retos para la logística, como la demanda de flexibilidad e inmediatez o el aumento de la tasa de devoluciones, sin duda un flujo que evidencia la necesidad de mejora del actual modelo de distribución urbana de mercancías.
Y en España, este gasto en e-commerce está lejos de alcanzar su techo. De hecho, si siguiésemos la tendencia de otros países europeos, su volumen podría duplicarse en los próximos años agudizando aún más los mencionados retos logísticos.
En este nuevo escenario de consumo urbano, la DUM se presenta como un servicio imprescindible, motor clave de la economía y función clave del servicio al ciudadano. Pero se trata de un servicio cuyo impacto en el tráfico es importante.
Actualmente, ya representa un 38% del tráfico en el caso de Madrid Centro y su protagonismo no hará sino aumentar. La DUM no debe prohibirse ni limitarse con medidas restrictivas, sino buscar modelos más eficientes, sostenibles e inteligentes.
Si no se emprenden acciones ya, el coste social de la movilidad podría aumentar en un 30% de aquí a 2025, siendo el transporte de mercancías al servicio del ciudadano el que más contribuirá a este crecimiento.
En España hasta la fecha, los retos de la movilidad en general, y de la DUM en particular se están abordando a través de medidas unilaterales y a menudo aisladas, emprendidas bien por el sector público o por el sector privado separadamente, que no resuelven el problema, sino que más bien pretenden paliar sus efectos.
Muchas son las acciones emprendidas por las Administraciones Públicas en sus esfuerzos por cumplir con los límites de contaminación y por hacer las ciudades más habitables. La mayoría son medidas restrictivas (de acceso), con impactos positivos en la reducción de emisiones en zonas concretas, pero que desplazan, y en ocasiones aumentan, el problema de la movilidad y su contaminación a zonas adyacentes.
En respuesta a las nuevas demandas de los clientes y a los requerimientos y restricciones de la Administración, las empresas de la distribución urbana de mercancías evolucionan y adaptan su operativa, pero teniendo que afrontar tres importantes retos.
Por un lado, afrontan altos costes de cambio, de los que el caso más evidente es la necesaria renovación de flotas. Por otro lado, hacen frente a las limitaciones existentes en tecnología e infraestructura, como la reducida autonomía o capacidad de los vehículos alternativos o la escasez de infraestructura de carga, aspecto en el que España sigue a la cola de los países europeos de referencia. Finalmente, afrontan el desafío de la heterogeneidad regulatoria, que dificulta la planificación y la gestión de activos y otros recursos logísticos de forma eficiente.
Resolver el problema desde una perspectiva unilateral (pública o privada) es pues complejo, ineficiente y, en última instancia, ineficaz al no abordar el ecosistema en su conjunto. Se trata de un modelo de acción – reacción que, además, provoca división entre la opinión pública.
Para afrontar los retos de la movilidad actual y responder a las necesidades del ciudadano del siglo XXI, las ciudades españolas deberán evolucionar hacia un modelo de Distribución Urbana de Mercancías sostenible, segura e inteligente y, que vaya más allá de un conjunto de iniciativas parciales y unilaterales, sino que diseñe de forma integral la mejor solución.
Un modelo que adopte medidas como; la flexibilización de normativa de acceso y descarga , el despliegue de redes de taquillas de uso compartido , facilitar el reparto con vehículos alternativos y eléctricos, el despliegue de centros de consolidación y hubs urbanos, la digitalización de las zonas para la carga y descarga, mejorando el dimensionamiento, la planificación, y el uso de las zonas mediante su gestión con tecnología, el establecimiento de carriles multiusos y la digitalización y análisis de big data de tráfico y distribución urbana, medidas que en su conjunto garanticen la eficiencia y sostenibilidad en la distribución urbana de mercancías.
Por supuesto la armonización de las normativas y ordenanzas de movilidad y distribución urbana es clave a nivel estatal y, especialmente importante en las áreas metropolitanas donde las normativas con diferentes horarios, pesos permitidos, o restricciones impuestas afectan directamente a la eficiencia y sostenibilidad de las empresas que operan esa última milla.
Por último indicar que España debe aprovechar la oportunidad de situarse a la vanguardia de la Smart Distribution, impulsando un modelo de Distribución Urbana de Mercancías sostenible, segura y conectada, que rompa con las barreras de la unilateralidad y la restricción y establezca una nueva dinámica de colaboración, con el firme propósito de mejorar la sostenibilidad de las ciudades y, en especial, el bienestar de sus ciudadanos.