En 1956 se introdujo por primera vez en un vehículo, un Ford, el cinturón de seguridad. Pero fue el ingeniero sueco Nils Bohlin, de la empresa Volvo, quien lo perfeccionó en 1959 con tres puntos de anclaje tal y como hoy lo conocemos. La empresa sueca decidió entonces introducir el cinturón de serie en todos sus modelos y, lo más importante, liberar la patente para que las demás empresas automovilísticas pudieran aumentar la seguridad de sus vehículos. Desde entonces, la invención de Bohlin y la generosidad de Volvo han permitido salvar millones de vida en todo el mundo.
Sin embargo, aún con este gran logro para la humanidad, durante muchas décadas Europa ha sufrido otra pandemia quizás más desconocida y silenciosa que la actual; los accidentes de tráfico con sus cientos de miles de fallecidos y heridos con graves paraplejias. Concretamente, hace 20 años murieron en las carreteras europeas 54.000 personas y ciento de miles más sufrieron traumáticas heridas y tragedias familiares.
Desde entonces, y cuando nadie hablaba de doblegar una curva, el continente europeo ha seguido una constante pendiente descendente hasta llegar a la cifra que hace unos días publicó la Comisión Europea sobre fallecidos en las carreteras durante 2020: 18.800 personas, un 36% menos que hace tan solo una década, siendo España uno de los países que superan la media europea con un 44% de descenso.
Cuando se habla cifras, sobre todo referidas a vidas humanas, se corre el riesgo de caer en la relatividad fría de los números olvidando que detrás de cada persona fallecida en accidente de tráfico, detrás de cada una de esas 18.800, hay una inmensa tragedia familiar, laboral y social. Sin embargo, eso no quiere decir que como europeos no tengamos derecho a sentir una discreta satisfacción por la evolución positiva que desde mediados del siglo XX ha tenido la siniestralidad vial en las carreteras del continente, una evolución que hace que estadísticamente las carreteras europeas sean las más seguras del mundo, ya que Europa tiene un índice de 42 fallecidos por millón de habitantes mientras la media mundial es de 180.
Queda mucho trabajo por hacer porque el objetivo es muy ambicioso, ni más ni menos que 0 fallecidos en las carreteras, pero nada que merece realmente la pena fue nunca fácil.
El ingeniero Bohlin puso el ingenio y la empresa Volvo la generosidad en los comienzos de la Europa de la segunda posguerra, en 1976 se desarrolló el sistema ABS, los ADAS (Sistemas inteligentes de ayuda a la conducción) y los vehículos conectados suponen y supondrán un nuevo impulso a la movilidad segura, pero lo que realmente nos llevará al objetivo marcado será nuestra decisión como sociedad madura, formada y concienciada de que una Europa con una movilidad más segura, además de sostenible, es posible y estamos firmemente dispuestos a lograrlo.