El financiero de empresa debe emplear tiempo en el diagnóstico de la situación y no equivocarse en el mismo.
No puedo evitar recordar el título de uno de los discos más conocidos de la banda británica Supertramp de 1975, para poder compararlo con la situación económica que nos está tocando vivir.
Es curioso recordar la portada del disco.Una imagen industrial de fondo repleta de humo que describe un ambiente de todo menos saludable, un cielo negruzco que difícilmente deja ver el sol , y en medio de un vertedero de basuras, un hombre en traje de baño, relajado en una hamaca bajo una sombrilla del color del sol que no se distingue en ningún lado de la portada. Elementos que no pegan con este ambiente tan lúgubre, una copa, un periódico, el hombre en bañador escuchando música bajo la sombrilla con gafas de sol, para así, protegerse de un sol ausente y enmascarado por la contaminación industrial.
Este sujeto pregunta dónde está la crisis, porque desde su particular y sesgado punto de vista, no hay crisis alguna y, si la hay, poco le importa.
A cualquiera mínimamente realista, esta política de patada a seguir o de encerrarnos en nuestro microclima intentando obviar lo que nos rodea parece una forma de actuar errónea y un tanto suicida.
Sin embargo, sí es verdad que mantener grado de optimismo, de pensar que lo que vivimos ahora es transitorio y que vendrán tiempos mejores es lo que en muchas ocasiones ha mantenido los niveles de consumo y actividad de nuestra economía. Vivir al día ha salvado la situación, nuestros números y el tener una baja propensión marginal al ahorro y antagónicamente un alto consumo ha hecho que se mantengan negocios y se salven no pocos empleos.
Pero nosotros somos financieros. Tenemos que comprender lo que está ocurriendo y, aunque nos cueste comprender ese optimismo irracional que a veces contemplamos no solo en lo que nos rodea sino también en nuestros dirigentes, procede que vayamos un poco más allá y dejemos lejos la actitud del avestruz.
La realidad es muy tozuda y siempre llega, por lo que un rápido juicio macro y microeconómico de nuestro entorno nos desvela datos tremendamente preocupantes que nos obliga a estar preparados para lo peor porque para lo bueno siempre lo estamos.
La desaceleración del crecimiento ha traído consigo una inflación disparada a nivel global que no se recordaba, provocando un endurecimiento de las condiciones financieras y que reduce el apetito al riesgo por parte de los financiadores tradicionales. Se prevé un escenario futuro muy complicado a causa de la elevada incertidumbre que lleva a pensar en una posible recesión económica.
No hay más que ver el comportamiento de indicadores como las cifras de ventas de automóviles, impactadas por la crisis logística, los precios de la energía y desde una óptica macro, por el nivel de los tipos de interés o el desempleo que acompañados de la mencionada inflación al alza llevan a una inflación con estancamiento siempre difícil de manejar.
No son pocos, por tanto, los elementos que nos llevan a pensar que esa realidad poco halagüeña no está lejos de llegar. Sin ánimo de ser exhaustivos: El conflicto en Ucrania no parece que tenga final claro en el tiempo y esto afecta a toda la cadena de valor de las empresas.
- Las cifras de inflación están en el 9% en la Eurozona y 8% en EE.UU.
- A efectos de controlar esta inflación se imponen políticas monetarias restrictivas tanto en zona USD como zona EUR.
- Las previsiones macro de muchos organismos señalan para España una clara desaceleración económica que impone una revisión de la previsión del PIB a la baja.
- En cuanto a las divisas un USD en máximos perjudica nuestras compras y muy en especial a la energía de la que somos dependientes y que adicionalmente, por causa entre otros factores de la guerra de Ucrania, no para de subir en precio.
Esta larga serie de indicadores adversos genera una tensión y volatilidad en los mercados financieros que no favorecen para nada al crédito.
Y si esto, en lo que encontramos fuera de nuestras compañías, cuando miramos dentro podemos apreciar diversos motivos de preocupación:
- Problemas de liquidez producidos en parte y en no pocos casos por haber consumido la que se puso a disposición de las empresas para mitigar los efectos de la pandemia sin que se haya conseguido recuperar los EBITDAs y la liquidez previa al Covid-19.
- Estrechamiento de márgenes operativos en un mercado especialmente competitivo y en el que clientes y proveedores adoptan políticas restrictivas para manejar sus propios problemas.
- Sobreendeudamiento de las compañías a causa de la liquidez que se necesitó para compensar el parón de la actividad en los años 2020 y 2021.
- Incumplimiento de los convenios de préstamos (covenants) en los acuerdos financieros tanto previos como posteriores a la pandemia , desencadenando en balances muy afectados por los efectos de la misma con empeoramiento de los ratios que condicionan acuerdos.
- Pérdida de competitividad de las empresas por todos los aspectos macro y micro mencionados.
- Dificultad para mantener las líneas de circulante por la aversión al riesgo y reticencias para aumentarlo por parte de los financiadores tradicionales.
- Miedo a que la tasa de insolvencia se acreciente si las cosas no mejoran, lo que nos hace más reticentes a conceder un crédito comercial y al mismo tiempo hace más difícil que nos beneficiemos de él.
Es por todo esto, que más que nunca, el financiero de empresa debe emplear tiempo en el diagnóstico de la situación y no equivocarse en el mismo. Este tiempo empleado no es bajo ningún concepto o tiempo perdido, sino que permite “centrar el tiro” y concentrarse en lo relevante, dejando para un segundo plano, los accesorios.
No sólo se trata de buscar la mejora interna para conseguir ser rentables, se trata de trabajar de forma organizada para desafiar el inmovilismo y buscar una nueva forma de hacer las cosas reaccionando a los cambios y a las circunstancias adversas que, aunque nuestro entorno niega que se estén aproximando, en el fondo todos sabemos que es muy posible estén a la vuelta de la esquina.
Winston Churchill decía:
“I never worry about action, but only about inaction”
Apliquemos esta máxima en nuestro trabajo diario y no optemos por la imagen de la portada del célebre disco de Supertramp, porque es actitud nos podría costar muy cara.