Deberemos contar con un marco regulatorio, fiscal y laboral competitivo que permita la creación y crecimiento del tejido empresarial.
Se han cumplido dos años desde el comienzo de pandemia provocada por el COVID que tantos cambios ha introducido en nuestras vidas, tanto desde el punto de vista sanitario como económico, laboral y social.
Esta situación excepcional ha tenido un contundente reflejo en la economía mundial, con una importante caída del PIB de las economías de los países en el año 2020 y una significativa recuperación en 2021. Un año en el que se empezaron a atisbar los principales problemas generados por la situación pandémica, y a los que hoy nos enfrentamos.
Vivimos los primeros meses del 2022 en un entorno cambiante e incierto, con gran preocupación por saber qué pasará. Y no solo en los próximos diez años sino también cómo serán los próximos meses desde el punto de vista económico a nivel global y, con más interés si cabe, a nivel local.
Los retos para las empresas del País Vasco son muy similares a los de las del resto del país, si bien, por la importancia de la industria en la composición de nuestro PIB y el destacado peso del sector automoción en el mismo, el impacto puede ser muy diferente. Por otro lado, el peso del turismo es menor que en otras comunidades, por lo que tanto la caída del PIB en el 2020 como su recuperación en 2021 ha sido más moderada.
El entorno económico actual viene marcado por una serie de circunstancias y retos a los que se deben enfrentar nuestras empresas para aprovechar las oportunidades que de ellos se derivan.
Por un lado, está la situación sanitaria provocada por la pandemia, que parece poco a poco controlarse. En la medida que no se produzcan nuevas variantes del COVID, nuestras vidas en general y el entorno económico en particular se irá estabilizando y volviendo a situaciones conocidas, pero hasta cierto punto olvidadas.
Otro de los retos para nuestras empresas es la tensión producida por los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Las causas del llamado “gran atasco” están en las políticas expansivas de los Estados para reactivar la economía tras el período de confinamiento y el gasto privado, consecuencia del ahorro de los hogares, que también se ha comenzado a liberar. Por el lado de la oferta, el aparato productivo no estaba preparado para reaccionar con tanta rapidez, lo que ha generado escasez de materias primas, de oferta energética y de componentes tecnológicos.
En el caso de los componentes tecnológicos, las perspectivas son todavía inciertas, y afectan de manera directa a la industria del automóvil, tan relevante en el País Vasco. Una industria que se va recuperando poco a poco pero que afecta a un sector con un déficit crónico que no se arreglará antes de que finalice el próximo ejercicio, mientras no se amplíe la capacidad manufacturera de los fabricantes de chips.
La escasez de materias primas energéticas ha provocado el importante aumento de los precios del gas y por consiguiente de la electricidad, que sufrimos a nivel industrial y doméstico. El futuro no se presentaba muy halagüeño, ya que los mercados anticipaban que se mantuviera la tensión hasta la primavera, cuando ya apuntaban a un descenso significativo de estos precios. Sin embargo, la situación ha cambiado radicalmente en las últimas semanas tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia lo que complica mucho la evolución a corto y medio plazo de los precios del petróleo y, sobre todo, del gas ya que Rusia es el principal exportador de gas a la UE.
El fuerte aumento de la demanda y la subida en los precios de la electricidad ha provocado que la inflación en 2021 haya alcanzado el 6,5%, su mayor nivel en 30 años. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la inflación subyacente se situó en el 2,1% por lo que, en la medida que el precio de la electricidad se estabilice, se espera que la inflación se sitúe de nuevo por debajo del 2%. Todo ello condicionado a la resolución de los cuellos de botella en la oferta y al precio de la electricidad. En lo relativo a la política económica, no se espera que el BCE suba los tipos de interés hasta que la inflación subyacente haya progresado lo suficiente, lo que no deja de ser una buena noticia.
Una vez se aclaren estos frentes, el crecimiento económico puede ser muy dinámico y sostenido ayudado por las reformas e inversiones del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia en un año 2022, que se presenta determinante. Las empresas se enfrentan a unos retos que deberán afrontar impulsando la digitalización de sus procesos, la innovación de sus productos y servicios y reteniendo y atrayendo el talento, a la vez que refuerzan sus capacidades financieras, operativas, logísticas y sus cadenas de suministro.
Asimismo, deberemos contar con un marco regulatorio, fiscal y laboral competitivo que permita la creación y crecimiento del tejido empresarial, así como atraer centros de producción e innovación de compañías extranjeras y mantener las ya existentes.
Con todo ello, el año 2022 se presenta lleno de desafíos, pero también de oportunidades reales para las empresas y los ciudadanos con la mirada puesta en la mejora de las vidas de las próximas generaciones.
Publicado en El Correo