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El control de la inflación sigue siendo el objetivo prioritario de las autoridades monetarias

Seguimos en un entorno complicado de ralentización económica que será corto y nos debería permitir ver una reactivación de la recuperación económica a partir de mediados del 2023.

El impacto que está teniendo sobre la economía global la persistencia de los factores geopolíticos, económicos y sanitarios con los que estamos conviviendo desde el 2019, sigue generando importantes desequilibrios que están desencadenado una clara desaceleración económica, una elevada presión en los precios y una mayor volatilidad en los mercados financieros. 

La evolución de los acontecimientos sigue generando incertidumbre. La mayor duración de la invasión de Ucrania, los problemas globales de suministro, la escalada de los precios de la energía, gas y resto de materias primas, así como la retirada de estímulos o la presión de una política monetaria cada vez más restrictiva, está afectando cada día más a los indicadores de confianza, consumo e inversión, cuyo deterioro se transmite a la situación actual y a las perspectivas de crecimiento.

Lo que inicialmente se justificaba por una crisis de oferta ya empieza también a contagiar a la demanda, afectada por el impacto de los acontecimientos ya mencionados y el efecto negativo que están teniendo en los costes de producción y en la competitividad, así como en la pérdida del poder adquisitivo de los consumidores, circunstancia que está frenando el consumo privado e inversión. Este escenario cierra el círculo que nos permite justificar la contracción que estamos sufriendo en la actividad económica global.

En este entorno, las soluciones que están aportando las autoridades mundiales se están centrando prácticamente solo en el control de la inflación. La totalidad de países han procedido a elevar de forma histórica el nivel de sus tipos oficiales de interés y al mismo tiempo han limitado las generosas inyecciones de liquidez que estaban habilitadas desde principios del 2019. Esta denominada “normalización monetaria” ha endurecido las condiciones financieras y ha deteriorado los indicadores de confianza, incrementando las posibilidades de ralentización económica en la mayoría los países. A pesar de ello y siendo los bancos centrales conscientes de la situación y de los efectos de sus decisiones, no es de esperar un cambio en la actual tendencia alcista mientras la inflación no se ajuste a su senda objetivo, anticipándose nuevas alzas en el corto plazo que situarían los tipos de interés en niveles no vistos en los últimos años.

Según la opinión de la mayoría de los analistas, es de esperar que, en la próxima reunión de la Reserva Federal de EEUU, prevista para el 14 de diciembre, decidan elevar por 50 pb los fondos federales para situarlos en el 4,5%, no descartando que alcancen el 5% en la siguiente reunión del mes de enero. Un día más tarde se reúnen el BCE y el Banco de Inglaterra y también se espera un aumento de 50 pb para situarlos en el 2,5% y 3,5% respectivamente. También anticipan tasas en el 3% y 4% para principios del 2023. Por lo tanto, los bancos centrales están cumpliendo con su intención de elevar los tipos de interés todo lo necesario para combatir la presión de los precios. El único caso excepcional está siendo Japón, que con una inflación histórica en el 3,7%, mantiene su tipo oficial en -0,1%.

En paralelo, hay que destacar que la desaceleración económica actual no va acompañada —por ahora— de destrucción de empleo, manteniendo la mayoría de los países sus tasas de paro en niveles mínimos. Así, la tasa en la zona euro se sitúa en el 6,6%, el Reino Unido en el 3,6%, Japón en el 2,6% y EEUU en el 3,7%. Esta situación no parece que vaya a cambiar en el futuro y ha dado pie a que un sector de analistas considere que en EEUU esta condición de pleno empleo pueda provocar que el tipo de interés oficial pudiese alcanzar el rango 6% - 7%. La justificación viene determinada por que la Reserva Federal sigue sobre todo la relación existente entre la tasa Nairu o indicador que mide el nivel de desempleo que es compatible con el objetivo de una inflación estable y la propia tasa de paro oficial. Al situarse hoy en día dicha tasa por encima de la oficial, se entiende que se está produciendo en la economía estadounidense una presión excesiva sobre la demanda agregada. Por lo tanto, los precios deberían tender a incrementarse aumentando la posibilidad de alzas más elevadas del tipo oficial.

En relación con las perspectivas macroeconómicas, la mayoría de las instituciones públicas y privadas siguen revisando a la baja sus pronósticos para los próximos años. A día de hoy la mayoría de los indicadores mantienen una pendiente negativa destacando los PMI, ratio adelantado del PIB, que se sitúan holgadamente por debajo del 50%. Según los últimos datos de la Comisión Europea el crecimiento global para el 2023 se situará en el 2,5% desde el 3,1% de este año. Este dato es uno de los más bajos en la historia. También sorprende cómo consideran que los países desarrollados más afectados por la crisis y con crecimiento negativo para el 2023 serían Alemania, con un -0,6%, o Inglaterra, con el -0,9%. Al mismo tiempo que anticipan tasas de crecimiento insuficientes en EEUU (0,7%), China (4,5%), zona euro (0,3%) o Japón (1,6%). Según este organismo, Europa puede despedir el año en un entorno técnicamente recesionario y acompañado de una elevada inflación. No obstante, la mayoría de las instituciones también consideran que esta mala situación económica puede que solo dure los dos primeros trimestres del 2023, observándose “brotes verdes” a partir del próximo mes de junio.

En el caso de España, no somos diferentes, la mayoría de las previsiones sitúan el crecimiento del 2023 dentro del rango 0,7% - 1,4% tras el esperado 4,5% de este año. La tasa de paro se debería mantener en el 13% y la inflación debería situarse en el 5% desde el 8% al cierre del 2022. Las posibilidades de gasto público siguen muy limitadas y las posibilidades del consumo privado se deberían ver afectadas por las nuevas condiciones financieras y la inflación. Pendientes de la evolución de los fondos Next Generation, no se presenta un inicio del 2023 muy halagüeño.

Los mercados de divisas siguen manteniendo la misma tónica de comportamiento de los últimos meses. El dólar estadounidense (USD) sigue siendo la divisa refugio y cotiza a niveles de máxima fortaleza frente a sus principales contrapartidas. El nivel de los tipos de interés en EE. UU. también favorece su demanda. No obstante, durante las últimas semanas hemos visto como el USD cedía posiciones desde 0,9650 por EUR hasta 1,0450. Este fuerte movimiento depreciatorio lo consideramos como un primer aviso ante la necesidad de los operadores de equilibrar sus posiciones. Actualmente, las posiciones del USD son históricamente largas y en cuanto se atisba una mala noticia, la presión vendedora es cada vez más fuerte, provocando estas cesiones inesperadas que alteran el comportamiento de los mercados financieros. La mayoría de los analistas consideran que ya hemos visto los máximos de esta divisa. No obstante, para el plazo no observan cesiones superiores a 1,05 USD/EUR.

En relación con los precios de la energía, gas o resto de materias primas, las limitaciones de precios establecidas por las autoridades económicas deberían tener un efecto limitado en el tiempo. La opinión global de los analistas es que los precios bajarán, pero ven difícil que vuelvan a los niveles anteriores a la crisis, debiéndonos adaptar al nuevo entorno.    

Como conclusión, el escenario no ha cambiado demasiado respecto al mes anterior. Seguimos en un entorno complicado de ralentización económica que, según la mayoría de los analistas, será corto y nos debería permitir ver una reactivación de la recuperación económica a partir de mediados del 2023. Por lo tanto, seguimos reivindicando la gestión financiera como uno de los condicionantes fundamentales para optimizar la salud economía de cada país y por lo tanto de las empresas.

Resumen

La evolución de los acontecimientos sigue generando incertidumbre y está afectando cada día más a los indicadores de confianza, consumo e inversión, cuyo deterioro se transmite a la situación actual y a las perspectivas de crecimiento. Seguimos en un entorno complicado de ralentización económica que, según la mayoría de los analistas, será corto y nos debería permitir ver una reactivación de la recuperación económica a partir de mediados del 2023.


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