El segundo mes del año llega con cierta mejoría en perspectivas sanitarias, alza de precios y crisis geopolítica.
La economía global y los mercados financieros siguen afectados por la incertidumbre y volatilidad que generan diferentes factores cuya persistencia está dando lugar a importantes desequilibrios que no solo alteran las perspectivas de recuperación económica, sino que también provocan claros desajustes en la formación de los precios.
En relación con la evolución de la pandemia COVID-19, se observa una cierta mejoría en las perspectivas sanitarias. Esta evolución positiva ha dado lugar a la desaparición de cualquier restricción a la movilidad o confinamiento, lo cual ha permitido una importante reactivación de la demanda y del consumo. Este escenario no ha sido correspondido por la oferta, generando claros desequilibrios, cuellos de botella y problemas en las cadenas de suministro, lastrando las perspectivas de crecimiento económico y provocando un elevado tensionamiento en los precios. El impacto de esta situación ha sido un aumento histórico de los precios de las commodities, sobre todo metales, energía y cualquier otro activo relacionado con la actividad manufacturera, trasladándose a los precios industriales y a las tasas de inflación.
La preocupación por la evolución alcista de los precios está dando lugar a la adopción de medidas de carácter restrictivo por parte de las autoridades monetarias. Así, la mayoría de los bancos centrales están elevando el tipo oficial de interés y el resto lo harán de forma inminente. Los analistas esperan que la Reserva Federal de EE.UU. eleve el próximo 16 de marzo el tipo de los fondos federales y el Banco Central Europeo proceda igualmente de forma gradual a lo largo del segundo semestre de este año. Este escenario ya está empezando a ser descontando en el interbancario con un claro tensionamiento de las curvas en todos sus plazos e incluso en la rentabilidad de la deuda pública, que ya alcanza altos niveles no vistos en los últimos años.