La mayoría de los indicadores de coyuntura apuntan a una continuidad en los síntomas de desaceleración y en la posibilidad de un repunte de la inflación
La incertidumbre y volatilidad con la que están conviviendo tanto los mercados financieros como la actividad del ciclo económico actual, se ha visto incrementada con la irrupción de un nuevo factor distorsionante, el conflicto entre Israel y Palestina. La intensificación de las tensiones geopolíticas y su impacto en las relaciones internacionales, unido a los claros síntomas de enfriamiento que muestra la economía global, dificultan más aun las perspectivas macroeconómicas que ya venían siendo complicadas de un tiempo a esta parte.
El escenario actual mantiene diferentes frentes abiertos que están obstaculizando la recuperación de la mayoría de los países. La evolución de los acontecimientos no está favoreciendo el cumplimiento de los tiempos esperados para la resolución de los problemas existentes y cada vez se está más de acuerdo en diferir hasta finales del 2024 la posibilidad de alcanzar el equilibrio deseado por todas las fuerzas políticas y económicas.
No obstante, hay que destacar que la política monetaria de carácter restrictivo que están ejecutando la práctica totalidad de bancos centrales desde el 2022 parece que está dando resultado en su objetivo de controlar la inflación. Sin embargo, la convivencia con los conflictos entre Ucrania y Rusia o Israel y Palestina, pueden tener un efecto negativo adicional e inesperado ante el claro impacto que están teniendo en la evolución de los precios de las materias primas y energía, normalización de las cadenas de suministro o incluso, en la relaciones comerciales internacionales. Por lo tanto, existe una clara posibilidad de un nuevo tensionamiento de la inflación y un nuevo contexto que obligue a las autoridades monetarias a elevar de nuevo los tipos de interés o por lo menos a mantener más tiempo de lo esperado el carácter restrictivo de la política monetaria ejecutada en la actualidad.
Esta nueva situación ya se puede ver reflejada en el comportamiento de la rentabilidad de la deuda a largo plazo. En EEUU la rentabilidad del bono a 10 años se acerca al 5%, nivel no visto desde el 2007, o en la Zona euro donde el benchmark al mismo plazo alcanza el 2,92%.
Por lo tanto, hoy existe cierta unanimidad en aceptar que la mayoría de los indicadores de coyuntura apuntan a una continuidad en los síntomas de desaceleración y en la posibilidad de un repunte de la inflación. Los analistas también consideran que esta nueva situación nos podría afectar no solo en el más corto plazo, sino también probablemente en la totalidad del próximo ejercicio 2024.
Sin embargo, también los analistas consideran que el impacto que va a tener esta situación en los diferentes países podría ser muy desigual. Así, en el caso de EEUU, la economía norteamericana se sigue mostrando como muy sólida y resiliente a los acontecimientos que estamos viviendo. Su mayor autonomía económica y menor dependencia del exterior en la demanda de materias primas, petróleo o energía, les permite afrontar esta fase de desaceleración de una forma diferente. Desde el tercer trimestre del 2022 hasta la actualidad, la tasa de crecimiento norteamericana se mantiene por encima del 2% con una condición de pleno empleo en el 3,6% y una inflación que ya ha bajado hasta el 3,7%. Este cuadro macroeconómico se ha sostenido a pesar de las decisiones de la Reserva Federal, que ha elevado progresivamente en dos años el tipo de interés oficial desde el 0,25% hasta el 5,50%, afectando curiosamente de forma marginal al consumo privado, variable que constituye el 50% del PIB norteamericano. Las perspectivas 2024 son de cierta desaceleración, anticipando la propia FED una reducción del crecimiento hasta el 1,5% pero manteniendo las condiciones de pleno empleo. Con relación a la inflación los pronósticos no son halagüeños, dado que la mantienen por encima del 2% hasta el 2025.
En este entorno, las últimas declaraciones del presidente de la FED USA han sido claras, considera que la situación de la economía es mejor de lo esperado y que la evolución de los acontecimiento marcaran el futuro de su política monetaria, advirtiendo que si es necesario volverán a subir los tipos de interés. En todo caso, también nos anticipa que el nivel actual de los tipos de interés en el 5,5% se podría mantener más tiempo de lo esperado.
Un caso diferente es la zona euro, muy afectada por la heterogeneidad de sus países miembros, su menor autonomía y ante su mayor dependencia del exterior en el ámbito de las materias primas y energía. La clara desaceleración de su economía sitúa el crecimiento del PIB del segundo trimestre de este año en el 0,5% pudiendo cerrar el 2023 entorno al 0,7%. La tasa de inflación se ha reducido hasta el 4,3% pero se espera un repunte por encima del 5% al final de año. Para el 2024 no se esperan cambios en la tendencia actual, pudiendo alcanzar el PIB el 1% y la tasa de inflación bajar al entorno del 3,2%. El Banco Central Europeo, en aras de controlar la evolución de la inflación, ha elevado diez veces desde julio 2022 el tipo de interés oficial por 450 pb para situarlo en el 4,50%. Este incremento inusual en el precio del dinero ha elevado el coste de financiación de la economía europea y ha afectado negativamente al consumo y la inversión. Con relación al futuro del tipo de interés oficial, los analistas coinciden con la opinión de la presidenta del BCE, la cual ya comento que “los tipos de interés podrían haber alcanzado el nivel deseado para combatir la inflación”. Sin embargo, no se descarta una nueva alza por 25 pb en función de la evolución de los acontecimientos.
En la zona euro merece una mención especial Alemania. La antigua locomotora europea se ha transformado en un vagón de carga con unas expectativas de crecimiento negativo al cierre del 2023 en el -0,4%. Las especiales características de su industria manufacturera y su dependencia de los mercados exteriores en todo tipo de materias primas y energía, está hipotecando la competitividad de este país y lastrando su crecimiento.
Hay que destacar que en la actualidad existe una clara diferencia entre la situación que atraviesan los denominados países europeos del norte y los del sur. Con modelos y costumbres de crecimiento muy diferentes generan aspectos divergentes a la hora de poder tomarse decisiones económicas o monetarias de forma unánime. De ahí la dificultad a la que se enfrenta el BCE en cada una de sus reuniones.
España, como país del sur de Europa, mantiene su perfil de crecimiento alimentado por el consumo interno y el sector servicios, turismo y hostelería. Las perspectivas de próxima entrada de la mayoría de los fondos Next Generation permiten anticipar que en el 2024 nuestro país podría crecer por encima de la media europea. Sin embargo, la palabra desaceleración también nos afectará como al resto de países, situación que ya ha tenido en cuenta el gobierno al revisar sus previsiones, situando el crecimiento del PIB 2023 en el 2,4% y al 2,0% en el 2024. Según fuentes independientes como Funcas, las nuevas previsiones del gobierno podemos calificarlas como optimistas. Si bien para el 2023 si pudiera ser del 2,4%, para el 2024 recortan cualquier tipo de previsión hasta el 1,5%. Según estos analistas, el 2024 se verá afectado por el elevado coste de la financiación, restricción al crédito, efecto del enfriamiento de nuestros socios europeos, la moderación del consumo privado e inversión y la ausencia de gasto público ante el deterioro de las cuentas públicas.
Un caso especial es China, que tras dos confinamientos está registrando una tasa de crecimiento insuficiente para mantener el estándar de calidad económica de los últimos años. La media del PIB desde el año 2022 no alcanza el 5% frente al histórico y necesario 6%. El consumo y la inversión están muy deteriorados y la inflación se sitúa en el 0%. La economía china aporta el 20% del PIB mundial y en su modelo de funcionamiento pondera el sector inmobiliario y la inversión en infraestructuras frente al consumo. El sector inmobiliario aporta de forma directa un 15% al PIB y de forma indirecta otro 30%. Genera el 20% del empleo. La crisis del sector, iniciada con la quiebra de la compañía Evergrande, cuestiona su viabilidad futura, promoviendo el gobierno de este país los primeros pasos para impulsar el consumo interno como nuevo motor del crecimiento futuro.
Como conclusión macroeconómica y a la expectativa de la evolución de los acontecimientos, podemos considerar que el ciclo económico actual podría entrar en una nueva fase de desaceleración. Escenario que difiere en el tiempo las expectativas de recuperación, pero que según la mayoría de los analistas podría durar hasta mediados/finales del 2024.
Con relación al mercado de divisas, no hay grandes cambios manteniéndose los índices de volatilidad por encima de la media anual. El dólar USA sigue manteniendo una posición de cierta fortaleza al amparo de la solidez comparativa de su economía y a su condición histórica de divisa refugio ante la incertidumbre existente. Su cotización permanece anclada frente al euro entre 1,0450 y 1,0850. Próximos a terminar el presente ejercicio ya se están publicando pronósticos y consensus sobre la media del 2024, situando los analistas el rango esperado entre 1,1000 y 1,1400 USD/EUR. Este año 2023 la media de cotización entre el dólar USA y el euro se sitúa hoy en día en 1,0812. En el resto de las divisas la tónica de comportamiento es similar a la de los últimos meses. El yen japones se mantiene en mínimos históricos intervenido por su Banco Central y afectado por el carácter negativo de su tipo de interés. El yuan chino, afectado por su situación económica, también esta mínimos. Las divisas Latam empiezan a perder posiciones frente al dólar USA a pesar del atractivo y elevado nivel de sus tipos de interés. No esperamos en el corto plazo grandes cambios en el comportamiento de este mercado.
Por último y en relación con las materias primas y energía, el brent se mantiene en niveles caros cercanos a 96$/barril y con el temor de un incremento adicional en su precio ante las tensiones geopolíticas existentes. De ser así, no sería bueno para las perspectivas macroeconómicas dado que un incremento del 10% en su precio podría provocar un aumento del 0,4% en la inflación y un descenso en el crecimiento económico. Por los mismos motivos el gas también registra un aumento en su precio pasando el MIBGAS en dos semanas de 35 a 53 €/MWh para estabilizarse hoy en día en 47.
Con relación a los metales, el precio de la mayoría de ellos se encuentra en mínimos anuales ante la fortaleza del dólar USA y la menor demanda mundial existente por los síntomas de enfriamiento global. El temor recae en la posibilidad de una recuperación de la demanda por parte de China, circunstancia que debería volver a presionar al alza sus precios.