Con un vigoroso crecimiento del 56 % en los últimos diez años, frente al 29 % de la media global, Argentina, Brasil y Chile suman el 16 % de la producción mundial de alimentos y fibras. Además, el volumen producido en estos países es superior a su consumo interno, generando un elevado excedente de oferta que, a su vez, se destina a la exportación, situándose entre los principales proveedores de estos productos a varios países del mundo.
Para la economía de estas naciones latinoamericanas, los agronegocios han supuesto la dinamización de todo el ecosistema de empresas involucradas a lo largo de su cadena (antes, dentro y después del portón), el apalancamiento del crecimiento económico y las inversiones.
En Argentina, por ejemplo, el sector de los agronegocios representa aproximadamente el 10 % del Producto Bruto Interno (PBI) y el 22 % del número total de empleos; en Brasil, con más de 2 billones de reales generados, el agro corresponde al 28 % del PBI, representando también el 20,3 % de los empleos; y en Chile, según el Ministerio de Agricultura del país, representa el 9,7 % del PBI y más del 24 % del total de las exportaciones, sólo superado por las ventas de cobre a los mercados exteriores.
En una perspectiva a largo plazo, se espera que el crecimiento de la población global, combinado con el aumento de los ingresos, especialmente en los países emergentes, actúe como motor de la demanda de alimentos y fibras. En este escenario, se espera que los agronegocios de Argentina, Brasil y Chile sigan destacando cada vez más.
Las empresas del ecosistema del agro, por su parte, además del escenario de crecimiento de la demanda, se enfrentan, a corto plazo, a revoluciones en diversos campos que, por un lado, suponen grandes desafíos para estos actores, pero por otro, son también oportunidades de crecimiento.