Los grandes desafíos
La minería, subrayó el especialista, es una industria de capital intensivo, con ciclos de desarrollo largos: en promedio, se necesitan 17 años entre la inversión inicial en exploración y el inicio de una producción estable. Por eso, remarcó la importancia de marcos regulatorios previsibles y herramientas como el RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones), que garantiza estabilidad fiscal y cambiaria, y permite acceder libremente a divisas a partir del tercer año.
“El Estado nacional establece el marco legal, pero los recursos son de las provincias. Entonces, se necesita una coordinación eficaz entre Nación, provincias y compañías", explicó el ejecutivo, y añadió que esa articulación debe incluir también inversiones en infraestructura crítica: caminos, energía, agua y transporte.
Según datos presentados por Christensen, los seis proyectos de cobre más avanzados en la Argentina suman compromisos por más de 19.000 millones de dólares, con puesta en marcha proyectada entre 2027 y 2031.
En paralelo, el litio podría atraer inversiones por otros 8.000 millones de dólares en los próximos cinco años.
Aunque en 2024 el sector minero representó apenas un 5 % de las exportaciones nacionales (4.670 millones de dólares) —con el oro al frente, seguido por la plata y el litio—, las proyecciones apuntan alto: para 2025, se estima que las exportaciones alcancen los US$5100 millones y para 2030 podrían superar los US$20.000 millones, ubicando a la minería como el tercer complejo exportador de la Argentina, detrás de la agroindustria y Vaca Muerta.
“Esto sería un récord histórico. Y lo más notable es que el litio ya aparece como segundo en peso exportador, a pesar de que el precio bajó de los 80.000 dólares por tonelada en 2022 a menos de 10.000 dólares hoy. El volumen empieza a traccionar más que el precio”, sostuvo.
En un momento en el que la descarbonización se convirtió en prioridad global, Christensen destacó la centralidad estratégica del cobre y el litio. “Sin estos minerales, no hay transición energética. El cobre es el metal de la electrificación: redes, renovables, movilidad eléctrica. El litio es esencial para almacenamiento sustentable y baterías. Controlar estos recursos garantiza acceso a la energía del futuro”, explicó.
Además, sostuvo que esta nueva función ambiental y energética de la minería está resignificando su imagen pública: “Ya no se trata solo de extraer metales, sino de habilitar una matriz energética más limpia. Esto cambia su vínculo con el ambiente y con la sociedad”.
“Estamos frente a una oportunidad única. Hay urgencia global por cumplir metas de descarbonización para 2030 y 2050. Pocas naciones combinan el potencial geológico, el know-how técnico de las provincias cordilleranas y una regulación en evolución como la nuestra”, sostuvo.
El gran desafío, concluyó Christensen, es convertir esa ventaja natural en una ventaja competitiva sostenible, capaz de atraer capital, generar empleo de calidad y traccionar el desarrollo regional. “La Argentina puede pasar de convertirse en un jugador minúsculo y marginal a ser un actor principal y un pilar en el desarrollo de la transición energética de los próximos años”, cerró.