EY se refiere a la organización global, y puede referirse a una o más, de las firmas miembro de Ernst & Young Global Limited, cada una de las cuales es una entidad legal independiente. Ernst & Young Global Limited, una compañía británica limitada por garantía, no brinda servicios a los clientes.
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¿Qué negocios pueden volverse «superfluidos» primero?
Todos conocemos cómo las experiencias móviles transformaron la hotelería y el transporte. Airbnb se convirtió en la mayor cadena hotelera del mundo sin poseer ningún inmueble; Uber, en la mayor flota de taxis del mundo sin poseer ningún vehículo. Con esos avances móviles, un par de industrias bastante tradicionales se volvieron «fluidas». En ambos casos, las compañías digitalizaron la oferta y la demanda en un mercado anteriormente físico, haciendo que el inventario fuera más transparente y más fácil tanto de proporcionar como de consumir. Al poner a los proveedores directamente en contacto con los clientes y crear mejores experiencias para éstos, descentralizaron y agilizaron las transacciones del mercado.
Cuando estas compañías entraron en sus respectivos sectores, se acercaron mucho más que los operadores tradicionales a satisfacer la demanda del mercado en tiempo real. Ahora, con la Web3, la IA y otras tecnologías que eliminan aún más restricciones a la conectividad —entre las compañías y los empleados, clientes, proveedores, socios comerciales y otros en sus ecosistemas— las organizaciones fluidas como éstas están preparadas para volverse «superfluidas», reduciendo aún más la fricción no sólo en la experiencia del cliente sino en todos los aspectos de las operaciones.
Ya estamos viendo los primeros signos en el sector automotriz. Por ejemplo:
En la fabricación de automóviles, los vehículos eléctricos (EV, por sus siglas en inglés) redujeron significativamente las fricciones asociadas a la puesta en marcha de una compañía automovilística. Con muchas menos piezas y un montaje más sencillo, y la posibilidad de cargar el vehículo en cualquier lugar (un nuevo servicio que ofrecer), decenas de nuevos fabricantes de automóviles irrumpieron en la industria por primera vez en un siglo. Muchas de ellas funcionan como los fabricantes por contrato de la electrónica de consumo, empleando cadenas de suministro descentralizadas para crear un producto complejo con poca inversión nueva. Incluso Foxconn —un fabricante de iPhones— fabrica ahora vehículos. Por el contrario, los operadores tradicionales bien capitalizados pueden permitir una integración vertical —desde la fabricación de baterías en fases anteriores hasta los paneles solares y la carga en el hogar en fases posteriores— creando nuevas fuentes de ingresos, como las ventas de almacenamiento en red. En respuesta, las compañías de servicios energéticos se están introduciendo en el mercado automovilístico con flotas de alquiler y baterías de red en los hogares, y los minoristas y restaurantes están agregando estaciones de carga para mantener a los consumidores dentro mientras esperan a que sus autos se carguen.
En el producto automovilístico —el propio auto— la autonomía es quizá el presagio más claro de superfluidez. (El momento se sigue adelantando, pero los vehículos autónomos llegarán). Sin la necesidad de que un conductor humano controle el vehículo, la utilización del auto podría pasar de los 2-3 % actuales a 10, 20 o 30 % en el futuro, lo que significa que tendremos la misma cantidad de transporte o más con muchos menos vehículos. Eso reducirá en gran medida la fricción en la vida de los propietarios, ya que el tiempo que pasan al volante es tiempo que no dedican a hacer otras cosas. Pero también supondrá una amenaza para los fabricantes de automóvil, que dependen de una baja utilización para mantener altas las cifras de ventas. Las repercusiones de esta transición —pensemos en el impacto potencial en los estacionamientos, las multas de estacionamiento, las entregas en las aceras— pasarán de ser una idea a convertirse en realidad en el mercado en pocos años.