Por Janice Stein, socia líder de China Investment Network de EY LATAM
El interés de China por Latinoamérica dejó de ser promesa para convertirse en una realidad palpable. Hoy, una gran cantidad de inversionistas chinos ya ha desembarcado en la región o está en pleno proceso de hacerlo, lo que confirma que nuestro continente se ha consolidado como un destino estratégico para la diversificación del capital asiático. En un escenario global marcado por la competencia tecnológica, la transición energética y la búsqueda de resiliencia en las cadenas de suministro, Latinoamérica aparece en el radar chino no como un mercado periférico, sino como un socio de peso.
Dentro de este mapa de oportunidades, Perú surge como el mercado más atractivo según nuestra última Investment Atractiveness Survey, seguido muy de cerca por Chile y Brasil. No se trata de una casualidad: se trata de economías que han logrado mantener condiciones favorables para la inversión extranjera, con instituciones que, pese a sus propios desafíos, ofrecen apertura y sectores clave para la transformación productiva. El liderazgo peruano y el sólido posicionamiento de Chile reflejan que la competencia por atraer capital chino está abierta, y que serán los atributos de confianza, la claridad en las reglas del juego y la capacidad de ofrecer proyectos concretos los que marcarán la diferencia.
Para Chile, las señales son particularmente relevantes. A pesar de los intensos debates internos, el país sigue proyectando confianza hacia los inversionistas chinos. Una amplia mayoría de ellos califica su estabilidad política y su contexto social de manera positiva, lo cual se traduce en un interés sostenido por expandir inversiones. De hecho, según la encuesta, uno de cada cinco inversionistas que aún no está en Chile ya evalúa seriamente instalarse en los próximos tres años. Es decir, existe un interés latente que el país puede capitalizar si mantiene un marco institucional sólido y predecible, con reglas claras que den certeza y potencien el crecimiento a largo plazo.
Más allá de los destinos, el estudio refleja un cambio profundo en la manera en que los inversionistas chinos quieren relacionarse con la región. Cada vez más optan por instalar filiales propias o adquirir empresas locales, en lugar de limitarse a alianzas temporales. Esto es una señal inequívoca de que buscan construir raíces, establecer presencia directa y generar valor con vocación de permanencia. Pero no se trata de una relación unilateral: esta cooperación puede ser beneficiosa para ambas partes, siempre que la región sepa orientar la inversión hacia proyectos que impulsen el desarrollo sostenible, la inclusión y la innovación.
En cuanto a sectores, la fotografía es alentadora: la energía y la electricidad concentran la mayor atención, seguidas por la minería y la construcción. Estas industrias no solo son estratégicas para China, también son motores potenciales de transformación para Latinoamérica. La sinergia es evidente: mientras Asia aporta capital, tecnología y experiencia en ejecución, nuestra región ofrece recursos naturales, demanda creciente y espacio para innovar en sostenibilidad.
Bien gestionada, esta convergencia puede convertir a China en un vehículo clave para que Latinoamérica se fortalezca como región y avance hacia un crecimiento más integrado y competitivo.
Por supuesto, los desafíos persisten. Muchos inversionistas aún encuentran dificultades para identificar empresas de tamaño adecuado o proyectos suficientemente viables. Pero este obstáculo no debería interpretarse como un freno, sino como una invitación a generar mejores mecanismos de articulación. La tarea de los gobiernos, gremios y consultores especializados es conectar el apetito inversor con proyectos que realmente generen impacto económico, social y ambiental en nuestras comunidades.
En última instancia, lo que está en juego es más que inversión: es la posibilidad de redefinir el vínculo con China sobre la base de la cooperación y el beneficio mutuo. Latinoamérica tiene ante sí la oportunidad de dejar atrás el rol de mero proveedor de materias primas para transformarse en un socio estratégico en cadenas de valor globales más sofisticadas.
El capital está disponible, el interés existe y los sectores estratégicos están identificados. La pregunta es si tendremos la visión y la estabilidad necesarias para convertir este interés en un salto cualitativo hacia un desarrollo más sostenible, inclusivo y competitivo. China ya puso a la región en su mapa de prioridades. Ahora es el turno de Latinoamérica de decidir si quiere ser protagonista de este futuro compartido.