Por Catalina Cuevas, Gerente de Servicios de Cambio Climático y Sostenibilidad
La energía es el motor del desarrollo humano. Pero hoy, más que nunca, la manera en que producimos, distribuimos y consumimos energía definirá el futuro de las personas y del planeta. Esa fue la premisa que marcó la Semana Mundial de la Energía 2025, celebrada en Panamá, que reunió a líderes y expertos de todo el mundo para debatir cómo acelerar una transición energética justa, segura y sostenible.
Bajo el lema “Conectando energías, impulsando un planeta saludable”, el encuentro puso en el centro el desafío del trilema energético: equilibrar seguridad, sostenibilidad y equidad en un contexto global de creciente complejidad. La seguridad energética exige garantizar el suministro y fortalecer la infraestructura frente a cambios geopolíticos o climáticos. La sostenibilidad demanda reducir emisiones, integrar energías limpias y avanzar hacia la carbono neutralidad. Y la equidad nos recuerda que el acceso a la energía es un derecho esencial y una condición para el desarrollo inclusivo.
Chile tuvo una participación destacada, con una delegación de 23 representantes que aportaron su experiencia en materia de transición energética. Nuestro país se consolida como referente en la integración de energías renovables y en la incorporación del almacenamiento energético como pilar de estabilidad y resiliencia del sistema eléctrico. Este avance, que ha crecido un 41% en el último año, refuerza la seguridad del suministro y facilita la incorporación de energías intermitentes, contribuyendo directamente al equilibrio del trilema.
Sin embargo, los desafíos persisten. La interconexión regional continúa enfrentando limitaciones técnicas y regulatorias que obstaculizan el progreso. Los marcos de financiamiento deben evolucionar para abordar las nuevas realidades del riesgo climático, mientras que las soluciones energéticas deben integrar las visiones y necesidades de las comunidades locales. Es fundamental recordar que la energía no puede ser concebida sin las personas que la sostienen y dependen de ella. Aprender de las experiencias pasadas, propias y externas, es esencial para construir un sistema más robusto y adaptable.
La educación del consumidor también es clave. Promover una cultura energética consciente, apoyada en herramientas como la inteligencia artificial, puede informar y empoderar a los ciudadanos hacia un consumo más eficiente y sostenible.
La principal lección que deja esta Semana Mundial de la Energía es la necesidad de una resiliencia colectiva: la capacidad de adaptarnos y evolucionar juntos ante los cambios del sector. Solo con colaboración entre países, sectores y comunidades podremos avanzar hacia un sistema energético verdaderamente sostenible, inclusivo y seguro. La energía del futuro dependerá de nuestra voluntad compartida de construirla juntos.