A partir de 2027, Chile exigirá que las empresas reporten información de sostenibilidad bajo las normas NIIF S1 y S2. Más que una obligación regulatoria, este cambio marca un punto de inflexión para los directorios: por primera vez, la sostenibilidad deberá dialogar de manera estructurada y coherente con la información financiera que se presenta en los Estados Financieros, eliminando la histórica separación entre ambos mundos.
Los nuevos estándares buscan precisamente eso, conectividad. Exigen que los reportes financieros y no financieros compartan la misma información material, con iguales límites de consolidación, periodos comparables y supuestos alineados. No se trata de un detalle técnico, sino de una respuesta a una realidad. Los riesgos y oportunidades climáticos y ambientales ya tienen efectos financieros tangibles, inciden en ingresos, costos, provisiones, vida útil de activos y flujos de caja, afectando la evaluación de la empresa en el corto, mediano y largo plazo.
La desconexión entre ambos tipos de reportes no es un riesgo teórico, es un asunto práctico. Cuando un informe de sostenibilidad identifica vulnerabilidades relevantes (como estrés hídrico, transición energética o exposición a riesgos físicos), pero los estados financieros no reconocen esos impactos, se genera una brecha que puede poner en tensión la labor del directorio. Esa inconsistencia dificulta evaluar correctamente la resiliencia del negocio, limita la calidad de la supervisión estratégica y abre espacio para cuestionamientos de inversionistas, analistas e incluso de los reguladores.
Al contrario, cuando ambos reportes cuentan la misma historia, la organización gana en claridad, transparencia y gobernanza. La coherencia permite comprender cómo evoluciona el modelo de negocio frente a desafíos climáticos y de transición, facilita identificar impactos financieros potenciales y fortalece la confianza del mercado. Pero, sobre todo, permite a los directorios ejercer mejor su rol de resguardo de la continuidad operacional y del valor de la empresa.
Adoptar las S1 y S2 será un ejercicio de integración organizacional más que de cumplimiento. Implicará revisar cómo se construyen los escenarios climáticos y financieros, asegurar que los equipos contables y de sostenibilidad trabajen con supuestos comunes y que los procesos internos permitan publicar información sincronizada y verificable. En suma, requerirá estructuras de gobernanza capaces de unir disciplinas que históricamente han operado por separado.
El desafío es significativo, pero también ineludible. La creciente expectativa de inversionistas y mercados apunta a reportes consistentes, comparables y transparentes. Para los directorios, esta convergencia representa una oportunidad para mejorar la toma de decisiones y fortalecer la credibilidad de la empresa en un entorno donde el desempeño financiero ya no puede entenderse sin su contexto climático y de sostenibilidad.