Boletín de prensa

12 jun. 2020 Buenos Aires, AR

Salud organizacional: cómo promover la integridad en tiempos de coronavirus

El Índice Global de Seguridad Sanitaria del 2019 indicó que ninguno de los 195 países que formaron parte de la evaluación estaría completamente preparado para manejar una epidemia o pandemia.

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Ricardo Furman

Director de Relaciones Institucionales, EY Argentina.

Posee más de 40 años de experiencia en distintas posiciones de la línea y áreas de servicios al cliente. Le gusta estar en familia y viajar. Sus hobbies son las artes marciales, los comics y el surf.

El Cronista | Por Leandro Dores, Socio de Forensics

El Índice Global de Seguridad Sanitaria del 2019, desarrollado por la Nuclear Threat Iniciative, Johns Hopkins Center for Health Security y The Economist Intelligence Unit, indicó que ninguno de los 195 países que formaron parte de la evaluación estaría completamente preparado para manejar una epidemia o pandemia.  A nivel Global están transitándose distintas “fases” dentro del proceso de protección , varios países del mundo están empezando a relajar las restricciones impuestas por los gobiernos dentro de determinados parámetros, mientras que otros siguen estando bajo diferentes formas de confinamiento para evitar el colapso del sistema sanitario, pero es más que evidente que  los impactos sanitarios y económicos del COVID-19 son y serán contundentes: más de 360 mil vidas perdidas e incrementándose, según la OMS; casi la mitad de la fuerza laboral mundial corriendo el peligro de perder su sustento, según estimaciones de la OIT; y más de 170 países sufrirán un crecimiento negativo del ingreso per cápita este año, según lo previsto por el FMI.  

Sin lugar a dudas, la salud y la economía son temas prioritarios para cualquier país.  Sin embargo, hay otra realidad que hemos aprendido a tolerar a través de los años y que podría perjudicar la recuperación tanto de la salud como de la economía: la Corrupción. Si miramos retrospectivamente, las respuestas a catástrofes ambientales como terremotos, tsunamis y huracanes fueron marcadas por irregularidades.  

La crisis de hoy presenta los mismos factores de riesgo. La recepción de donaciones, la habilitación de fondos de emergencia, la simplificación de normas de contratación, así como también la urgencia de responder a las necesidades de la población son factores de riesgo de fraude y corrupción en el sector público y privado. Para dar una idea de la magnitud del monto involucrado, los cuatro paquetes de ayuda de Estados Unidos ascienden a casi US$ 3 billones. Los de Japón exceden un poco más de US$ 2 billones. El plan de ayuda de la Unión Europea asciende a alrededor de US$ 600 mil millones y otro fondo de recuperación de más de US$ 800 mil millones fue propuesto.

Para el sector privado, en cambio, la presión para generar ventas en medio del estancamiento económico, el adaptar sus operaciones a las limitaciones de la cuarentena, el distanciamiento social o su respectivo levantamiento gradual para una empresa local o a las distintas medidas gubernamentales para una empresa multinacional, el sobrevivir para muchas pequeñas y medianas empresas, la obtención de contratos públicos para aquellos que producen suministros médicos y esenciales, y la manipulación de los libros y registros para beneficiarse de ayuda del gobierno son factores de riesgo de fraude y corrupción. La necesidad de mantener el negocio y elegir beneficios de corto plazo en lugar de considerar la sustentabilidad de largo plazo.

Los tiempos de crisis aumentan la presión, oportunidad y racionalización para cometer actos de fraude o corrupción. Hay más probabilidad en el contexto actual que estos tres elementos que componen el conocido triángulo de fraude estén presentes, por lo cual el compromiso con la integridad tiene mayor relevancia para cualquier empresa.  El operar con integridad no sólo ayuda para evitar multas o sanciones sino también para integrar confianza entre empleados, clientes y otras partes interesadas, manteniendo así su buena reputación y crecimiento.  Las empresas que incorporan la integridad en su forma de hacer negocios tienen una ventaja en épocas normales y aún más en épocas de crisis. Cuando surgen estas situaciones,  un sistema adecuado de prevención de riesgos de fraude y corrupción, que contenga las decisiones dentro de un marco de integridad y que asegure  el enraizamiento de integridad en una empresa tiene mayor preponderancia en las acciones y decisiones tomadas, previniendo un giro equivocado hacia el fraude y la corrupción.

Ahora es un buen momento para analizar si existe una brecha entre la intención de incorporar integridad en toda la actividad de la empresa como así también la conducta que la demuestra. Más allá de políticas y capacitaciones en la materia, la integridad se debe reflejar en la mentalidad y elecciones adoptadas por todo el personal y la alta gerencia, incluyendo las terceras partes con las que se trabajan.  

Desde nuestra Firma recomendamos llevar la integridad a la práctica a través de un marco que incorpore los cuatro elementos fundacionales que son gobernanza, cultura, controles y análisis de datos.

Desde la perspectiva del contexto actual, los cuatro revisten de la mayor importancia. Los tiempos de crisis conllevan cambios significativos en el entorno de negocios como así también en la conducta personal.  Se hace necesario identificar riesgos emergentes que podrían escapar del alcance de los elementos mitigantes existentes. Considerando que se flexibilizan procesos y controles para adaptarse a las circunstancias, resulta aún más relevante analizar los mismos.  Además, el operar de forma remota trae aparejado varios desafíos a considerar.  Por ejemplo, los mensajes desde la alta gerencia traducidos en acciones concretas y consistentes fomentarían una cultura compartida de integridad incluso en un ámbito laboral fuera de la oficina.  

El crear un entorno seguro para consultas o denuncias es crucial en la detección de conducta impropia, particularmente cuando las interacciones están lejos de supervisión. Se requiere también la adecuación de protocolos de investigación por las implicancias en la recopilación de evidencia y en la realización de entrevistas virtuales.  No menos importante es la protección de sistemas de TI contra ciberataques que podrían afectar no sólo las operaciones y la integridad financiera de una empresa, sino que también podrían ocasionar litigios y perjudicar la reputación empresarial. Por otra parte, ahora que la mayoría de las empresas tienden a funcionar de modo digital, se pueden analizar mayor cantidad de datos relacionados a actividades transaccionales y operacionales para proporcionar información sobre potenciales señales de alerta y de monitorearlos en el transcurso del tiempo.

Considerando los factores de riesgos que surgen de la crisis sanitaria global, el reducir la disparidad entre la intención y la realidad de actuar con integridad protegería la salud organizacional contra los eventos de fraude y corrupción. Las empresas que cuentan con los principales elementos de integridad se guían por sus valores, cuidan la calidad de sus relaciones tanto internas como externas y transmiten confianza en la manera en la que hacen negocios, teniendo las bases para adaptarse mejor al ambiente cambiante de hoy y en última instancia, al que surgirá post-COVID.