Cada vez son más las compañías que en el Perú optan por la implementación de programas de cumplimiento en libre competencia y, a su vez, encargan su ejecución y monitoreo en un oficial de cumplimiento en libre competencia (OCLC).
Si bien su implementación resulta hasta ahora facultativa, en diversos casos analizados y sancionados por la Autoridad de Competencia (Indecopi), se decidió imponer como medida correctiva, la implementación obligatoria del referido programa por las empresas infractoras. Más allá de las razones que motivan la implementación del programa y la designación de un OCLC, su labor se ha convertido en una pieza fundamental para la integridad y la cultura ética del quehacer comercial de las empresas en el Perú y muchos otros países de la región.
En tal sentido, el OCLC deberá ponderar el cumplimiento de las normas de libre competencia con la viabilidad de los objetivos económicos y comerciales de la empresa. Sus funciones no deben ser vistas como un entorpecimiento del negocio, aunque podría serlo si sus actividades no están diseñadas según la realidad del negocio (con demasiadas formalidades o demasiado restrictivas, por ejemplo).
Para el 2022, el entorno corporativo peruano nos muestra un escenario ambivalente para el OCLC, pues probablemente la recesión económica haya generado la necesidad de hacer ajustes en los presupuestos de la organización; pero, a su vez, resulta altamente necesario un despliegue efectivo de sus labores (considerando principalmente una mayor fiscalización de las normas de Libre Competencia por parte del Indecopi).
Independientemente de la antigüedad del inicio de sus labores, el OCLC debe afianzarse en la organización y cohesionarse con las principales áreas para evitar dos extremos: por un lado, un exceso de formalismos que afecten negativamente la percepción de su rol en la organización. Por otro lado, la realización de actividades en buena cuenta superficiales, generando que los controles diseñados no sean efectivos. En este escenario, planteamos aquí tres puntos clave que deberían estar en su agenda para este 2022:
(i) Integración y compatibilidad: para muchas de las empresas, el OCLC está por iniciar o ha iniciado sus funciones hace algunos pocos meses y se requiere tomar acciones para que su labor se integre rápidamente en la operatividad de la organización. Esto requiere como presupuesto un planeamiento concreto sobre sus funciones, lo que deberá incluir procedimientos específicos de actuación ante una alerta de posible conducta anticompetitiva.
Resultará fundamental que, como parte del diseño del programa de cumplimiento en la materia, se hayan establecido planes de acción concretos relacionados con la interacción del OCLC y ciertas áreas de la empresa, incluyendo, como es obvio, desde el Directorio hasta el personal de ventas de la compañía.
(ii) Sensibilización: No solo debe buscar un proceso de integración efectivo, sino que, a su vez, el OCLC requiere hacer notar la importancia de sus labores a todas las áreas de la empresa. Para ello puede echar mano de dos aspectos fácilmente identificable: comunicación interna y entrenamientos/capacitaciones.
El primero de ellos le permitirá generar expectativa sobre su rol en la empresa (tips, recordatorios persuasivos, gamification) y cómo sus funciones coadyuvarán a mostrar un entorno ético; herramientas como la intranet, el correo corporativo o, incluso, una house organ pueden ser espacios ideales para ello. Lo segundo cae de maduro, los entrenamientos deben ser presentaciones de alto impacto, que motive la interacción de los colaboradores con el OCLC; procurando siempre plantear un enfoque casuístico en las capacitaciones.
(iii) Indicadores de desempeño: Aunque no resulte absoluto, para una función que recién inicia, la frase “lo que no se mide no se puede mejorar” cobra mucho sentido. El OCLC debe ser consciente que su labor recién inicia y que no todas las áreas, sino es que la minoría, conoce sobre libre competencia y como impacta la regulación en la ejecución de los negocios de la empresa.
Por ello es muy recomendable establecer KPI’s específicos, que le permitan evaluar su labor al final del año y saber qué tareas ya resultan sencillas y cotidianas y cuáles otras requieren de una estrategia distinta para su cumplimiento.