Los niveles de soborno y corrupción en los mercados emergentes siguen siendo dos veces más a los de los mercados desarrollados.
A nivel global el 20% de los encuestados menores de 35 años justificaría pagos en efectivo para ganar o retener contratos, si esto ayuda a la sobrevivencia del negocio en época de crisis.
La escala del soborno y la corrupción no han mostrado mejoras a nivel mundial desde 2012 y el Perú se incluye en el núcleo duro de países donde más arraigadas se encuentran este tipo de prácticas ilícitas. Así lo demuestran los resultados de la 15ª Encuesta Global de Fraude de EY, que encuestó a 2,550 ejecutivos en 55 países.
Si bien un grupo menor de encuestados percibe corrupción generalizada en los mercados desarrollados, el fraude y la corrupción siguen teniendo una mayor ocurrencia en los mercados emergentes como el Perú. Los resultados muestran que en nuestro país el 82% de ejecutivos consideran que el fraude y la corrupción son prácticas muy extendidas en las empresas, mientras que el 16% señaló haber sufrido un fraude significativo en los últimos años.
Asimismo, se observa a nivel global una diferencia de tendencia generacional en los resultados de la encuesta en cuanto a la disposición a cometer actos corruptos. “Ante situaciones de presión económica o presión por alcanzar metas individuales o del negocio; los participantes más jóvenes (menores a 35 años) tienen mayor tolerancia a justificar el fraude o la corrupción para lograr objetivos financieros o ayudar a que una empresa sobreviva a una crisis económica, en comparación con los encuestados de mayor edad. De esta forma, los resultados obtenidos arrojaron que el 20% de los encuestados menores de 35 años justificaría pagos en efectivo para ganar o retener contratos, si esto ayuda a la sobrevivencia del negocio”, comentó Rafael Huamán, Socio Líder de los Servicios de Riesgos de Integridad y Forenses de EY Perú.
El panorama no es del todo desalentador. El 100% de los peruanos encuestados reconocen que es importante demostrar que su organización opera con integridad, dado que actuar de esta forma genera una mejor percepción de los clientes y la opinión pública hacia las empresas, y la mejora en el resultado de sus negocios.
“Si esto es percibido así, ¿por qué seguimos presenciando inconductas?”, pregunta Huamán. “Resulta sorprendente que exista una inconsistencia entre el 97% de los encuestados a nivel global que considera importante demostrar que su organización actúa con integridad y el 36% que seguiría justificando acciones indebidas para evitar la caída en los resultados financieros de su organización”.
Una posible explicación para estas inconsistencias es que hay poca claridad sobre quién dentro de una organización es responsable de actuar con integridad. La encuesta de EY identificó que en Perú solo uno de cada seis encuestados considera que es cada empleado a nivel individual quien debe asumir la responsabilidad de comportarse con integridad. A nivel regional, en cambio, se observa que, solo uno de cada cuatro considera que son los individuos quienes deben asumir la responsabilidad personal. El resto todavía considera que la responsabilidad de garantizar la integridad dentro de una organización recae en otros, principalmente en áreas como Recursos Humanos, Legal y Cumplimiento, la Gerencia General o incluso el Directorio, antes que en uno mismo.
“Las organizaciones deben esforzarse en mejorar la eficacia de sus programas de cumplimiento, a través de una adecuada evaluación y monitoreo, desde la perspectiva de integridad, de su cultura y clima ético; así como de los controles y mecanismos de gobierno, apalancándose en el uso de nuevas tecnologías que le provean de una mejor y relevante data interna para esta evaluación. Además, deben establecer de manera clara a sus empleados y terceras partes, las expectativas sobre sus responsabilidades individuales respecto a actuar con integridad”, concluyó Huamán.
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