4 minutos de lectura 21 ene. 2019
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Redistribuyamos la carga tributaria

Por EY Perú

Organización multidisciplinaria de servicios profesionales

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Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, decía que hay solo dos cosas seguras en la vida: la muerte y los impuestos. En el Perú de hoy, sin embargo, esa afirmación solo aplica en lo tributario a un pequeño grupo de contribuyentes que cumple con sus obligaciones, sosteniendo todo el peso del Estado. Debido a la enorme informalidad de la economía y al uso de mecanismos de evasión y elusión, menos de la mitad de las empresas nacionales paga el Impuesto a la Renta que le corresponde. Como consecuencia, el país deja de percibir unos S/33.000 millones anuales (4,8% del PBI), disminuyendo la posibilidad de ofrecer mejores servicios públicos.

Los niveles de incumplimiento en el IGV también son muy elevados. Según la Sunat, sobrepasaría el 36% de la recaudación potencial, lo que representa alrededor de S/23.300 millones (3,4% del PBI).          

Para ponerlo en contexto, ese monto es superior a todo lo que se invierte en defensa, orden público y seguridad nacional, sumados, por año. En la mayoría de países, los índices de evasión son bastante menores. El promedio en Europa es de 15,2%, mientras en Chile, por citar un caso cercano, llega al 19,9%.           

A pesar de todo, en el 2018 los ingresos tributarios crecieron un 13,8%, por el mejor desempeño de los precios de los commodities, siendo la primera alza luego de tres años de caídas. Aunque como porcentaje del PBI sigue siendo una de las más bajas de la región, la recaudación sumó S/104.590 millones. En términos nominales, se trata del monto más alto de la historia del país y equivale a una presión tributaria de 14,1% del PBI, la mayor desde el 2015.

Si bien el avance registrado es alentador, la propia autoridad tributaria reconoce que sin una profunda reforma tributaria seguiremos recaudando entre 12,7% y 16,9% del PBI, sin poder escalar a niveles de un país de renta media (18%-20%). De hecho, seríamos el único país de la Alianza del Pacífico que no ha efectuado una reforma estructural en lo que va de la presente década, solo cambios menores (tasas, bases, cobertura, etc.), que han tenido resultados sumamente pobres.

Existe un amplio consenso en que tenemos un sistema tributario complejo que no incentiva la formalización, siendo esa una de las principales causas de la evasión. No es casualidad que ocupemos el deshonroso puesto 120 (de 190 jurisdicciones) en el indicador “pago de impuestos” del Ranking Doing Business 2019.

Para la gran mayoría, la formalidad y los deberes que van con ella son demasiado onerosos. Por ello, la base tributaria es tan reducida y la carga impositiva para los relativamente pocos que sí pagan tan alta. Es hora de que se distribuya sobre un mayor número de hombros.

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