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Por primera vez la Comisión Europea se plantea alcanzar la neutralidad climática en 2050, anticipándonos 20 años al Acuerdo de París.

En 2018 Naciones Unidas advirtió que la suma de las contribuciones presentadas por los países firmantes del Acuerdo de París no era suficiente para frenar el insostenible ritmo del calentamiento del planeta y de las muy negativas consecuencias que de ello se derivan.

Como respuesta a la nueva y enésima voz de alarma de Naciones Unidas, ese mismo año, la Comisión Europea lanzó la Comunicación: “Un planeta limpio para todos” donde por primera vez se plantea alcanzar la neutralidad climática en 2050, anticipándonos 20 años al Acuerdo de París. No más calentamiento del planeta por causa de la UE. Por cierto, el promotor de dicho objetivo fue un español, el entonces Comisario Miguel Arias Cañete, responsable de las políticas climáticas y energéticas.

Acertó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, poniendo como primera ambición para Europa el Pacto Verde Europeo. Y conviene entenderlo en toda su amplitud: Es el camino para lograr “una sociedad equitativa y próspera, con una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva, en la que no habrá emisiones de gases de efecto invernadero en 2050 y el crecimiento económico estará disociado el uso de los recursos”, según se recoge en la definición del pacto. El Pacto Verde Europeo es una estrategia de crecimiento. Define dónde debemos encontrar la competitividad de nuestra economía para generar desarrollo económico y social. El crecimiento económico y la generación de empleo en Europa se logrará a través de las mayores consideraciones hacia los aspectos medioambientales.

Y acertó la presidenta de la Comisión cuando supeditó los ingentes fondos puestos a disposición de los Estados Miembros, como respuesta a la irrupción de la Covid-19, a que estos sean destinados mayoritariamente -al menos el 37%- a políticas que permitan alcanzar la neutralidad climática en 2050.

Por medio del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, principal mecanismo europeo para superar la crisis, llegarán a España más de 140.000 millones de euros. Algunas consideraciones son obligadas.

Los más 140.000 millones de euros que van a gastarse en España en los próximos seis años tendremos que devolverlos. Los que son préstamo, íntegramente. Los que son ayudas no reembolsables se devolverán al menos parcialmente, ya que a España le corresponderá contribuir a la financiación de los presupuestos de la Unión Europea, con que se hará frente a los reembolsos de las deudas hoy contraídas.

Este dinero se devolverá entre 2028 y 2058. Lo vemos muy lejos, pero los que hoy son jóvenes, tendrán que estar devolviendo durante 30 años lo que habremos gastado en seis. Y cada euro tiene un coste de oportunidad. Cuando llegue el momento, esos miles de millones de euros, recaudados para destinarse a la devolución de empréstitos, restarán recursos a las necesidades que en el futuro surjan. No financiarán ni sanidad, ni colegios, ni educación, ni investigación.

La deuda que hoy asumimos debe, por lo tanto, servir para crear una economía que les garantice unas mejores condiciones de vida. Empezando por un empleo. Por eso invertir en el Pacto Verde Europeo, entendido como una estrategia de crecimiento, es acertado. La necesaria descarbonización, tan universal como urgente, es requisito necesario para un planeta habitable y requiere de inversiones milmillonarias durante años.

No ha pasado tanto tiempo desde que vivimos en España épocas de gasto sin reformas que solo agudizaron una durísima crisis. Época seguida de otra de menor gasto, (parte importante de éste, además, destinado al pago de facturas pasadas), pero de reformas que, por el contrario, trajeron estos años no tan lejanos en los que España tenía el mayor crecimiento y generación de empleo de toda la UE. Por ello acierta la Unión Europea cuando establece que el Plan de Recuperación y Resiliencia requiere de inversiones y requiere de reformas.

Sabemos que es la recuperación, ¿Y la resiliencia? La Unión Europea lo define así: La capacidad de hacer frente a perturbaciones económicas, sociales y medioambientales o a cambio estructurales persistentes de una manera justa, sostenible. La Covid-19 ha puesto a prueba la resiliencia de los distintos Estados Miembros, y nos ha evidenciado que, cuadros macroeconómicos saneados hacen más resilientes a los países.

España fue capaz de levantarse de la crisis de 2009 por sus propios medios, hemos vivido recientemente la historia de un éxito colectivo del que fueron protagonistas los españoles, sus empresas, sus empresarios y trabajadores, apoyados por las reformas adecuadas.

Hoy tenemos a nuestra disposición más de 140.000 millones de euros, que se suman a los fondos europeos tradicionales, para hacer frente al enorme reto de superación de la crisis con que convivimos. El reto es también hacerlo cumpliendo con el ineludible deber de una transición ecológica que significa que el trabajo de promover un planeta más habitable es motor de una economía que se debe reactivar.

Estamos peor que los demás, tenemos la mayor caída de PIB y el mayor crecimiento de desempleo. Debemos por lo tanto hacerlo mejor que los demás. Recuperación y Resiliencia, se escriben con R de Responsabilidad, de Reformas y de Rigor. Es el momento de poner todos lo mejor de cada uno. Se lo debemos a nuestros financiadores: las próximas generaciones.

Publicado en ABC

Resumen

La deuda que hoy asumimos debe, por lo tanto, servir para crear una economía que les garantice unas mejores condiciones de vida. Empezando por un empleo. Por eso invertir en el Pacto Verde Europeo, entendido como una estrategia de crecimiento, es acertado. La necesaria descarbonización, tan universal como urgente, es requisito necesario para un planeta habitable y requiere de inversiones milmillonarias durante años.


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