Primero que nada, se tiene que definir lo que significa innovación, y esto se vuelve aún más relevante en el mundo de los negocios, ya que en este entorno la innovación es convertir una idea novedosa y funcional en un producto o servicio tangible. Sin embargo, otro componente adicional está en el propósito de la innovación, los esfuerzos creativos tienen que tener un objetivo para que sean de valor en la organización y sus clientes, sin la definición adecuada del propósito de innovar suelen surgir problemas al no tener resultados claros en las innovaciones que se están generando; no se trata de innovar por innovar: una silla de material ultraligero con solo 3 patas puede ser novedosa, pero, ¿cuál era el objetivo de crearla?: ¿crear una nueva línea de productos para un segmento exclusivo?, ¿hacer más eficiente el espacio para un determinado problema? ¿se pretendía resolver un problema específico de diseño? Puede ser que esta nueva silla dé respuesta a las tres preguntas, sin embargo, debe de ser producto de un propósito específico, ya que no todas las innovaciones aleatorias tienen la suerte de generar un mercado que las consuma, como fue la creación del microondas, la sacarina, los súper pegamentos o el teflón, entre otros.1
En la década de los 90, Göran Ekvall se propuso entender por qué algunas organizaciones tienen un clima propicio para la creatividad y la innovación2, y encontró 10 dimensiones en empresas que se destacaban por su práctica sistémica de innovación (entre las empresas estudiadas se encuentran IKEA y Lego), y esto les permitía mantener el liderazgo, conquistar nuevos mercados, y un liderazgo que fomentaba esta cultura; las dimensiones que identificó son: