El gran debate que promueve la COP28 de Dubái es cómo pueden los países completar su transición energética lo más rápido posible, de forma responsable y sin perder la seguridad de suministro que proporcionan los combustibles fósiles.
Si bien estas fuentes de energía deben ser reemplazadas con urgencia debido a su alta contribución al calentamiento global, los gobiernos deben tener precaución ya que sectores económicos enteros dependen de ellas para sus operaciones. En Latinoamérica, Brasil ha llamado la atención, ofreciendo la oportunidad de liderar la carrera en biocombustibles.
Para poner en perspectiva, un vehículo flex-fuel con 100 % etanol emite 37 gramos de dióxido de carbono (CO2) por kilómetro recorrido; mientras que el coche eléctrico —que ha sido señalado como la solución para la descarbonización— tiene una emisión de 54 gramos considerando la matriz energética europea y de 35 gramos en Brasil, esto debido a que alrededor del 85 % de la matriz eléctrica está compuesta por fuentes renovables, la mayoría de las cuales provienen de centrales hidroeléctricas, además de una parte importante y creciente de eólica y solar.
Estas cifras comparativas de emisiones se refieren al ciclo de vida completo del etanol: desde la producción hasta el uso por parte del consumidor. El cálculo también considera la absorción de CO2 en el proceso de crecimiento de la caña de azúcar, uno de los insumos utilizados para la producción de este biocombustible.
De acuerdo con la Empresa Nacional de Abastecimiento (CONAB), la expectativa de crecimiento de la producción de etanol de caña de azúcar en Brasil es del 4,5 % para la zafra 2023/2024, con un volumen total de 27.700 millones de litros. En la cosecha anterior se produjeron 26.500 millones de litros. En relación a la producción de etanol de maíz, el avance será del 37,2 %, lo que debería resultar en 6.100 millones de litros, frente a los 4.400 millones de litros de la zafra 2022/2023. Teniendo en cuenta ambas producciones, se estima que el país producirá casi 34.000 millones de litros, un robusto crecimiento del 9 %. Estos resultados colocan a Brasil entre los mayores productores de etanol, con suficiente tecnología y conocimiento para ayudar al mundo en la transición energética.
Por otro lado, la movilidad eléctrica en Latinoamerica requiere una alta inversión en infraestructura de carga. Los propios consumidores señalan como un problema la falta de estaciones de carga, como lo demuestra el Mobility Consumer Index de EY. El alto precio de estos vehículos también fue señalado como un atenuante para su adquisición.
Inversiones en camino
El año pasado, los países que forman parte de la Organización de Aviación Civil Internacional se comprometieron a lograr cero emisiones netas de carbono para 2050. El etanol puede contribuir a la descarbonización de este sector, que también busca soluciones viables para la transición energética. Este biocombustible permite la producción de Combustible de Aviación Sostenible (SAF, por sus siglas en inglés), cuya viabilidad comercial no puede obtenerse únicamente a partir de aceites de origen orgánico, como los aceites de cocina. La producción a gran escala de etanol facilita que una parte se dirija a SAF.
A principios de septiembre, el gobierno federal de Brasil envió al Congreso Nacional el proyecto de ley denominado Combustible del Futuro, con el objetivo de impulsar inversiones por 250.000 millones de reales para la descarbonización del sector de transporte. Entre las medidas contempladas está la creación del programa nacional de SAF.
Estados Unidos lidera esta agenda hoy, en parte gracias a la regulación. La Ley de Reducción de la Inflación —un ambicioso plan de 500.000 millones de dólares anunciado recientemente— es la mayor inversión jamás realizada por el país para abordar los problemas del cambio climático, con énfasis en la energía y los biocombustibles, incluido el SAF.
Recientemente, Brasil anunció el Nuevo PAC, con una inversión total prevista de 26.000 millones de reales para la producción de combustibles renovables y proyectos de captura y almacenamiento de carbono, además de estudios para la implementación de proyectos de hidrógeno verde y la conversión de refinerías de petróleo en biorrefinerías.
H2V (hidrogeno verde)
Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), para 2025 al menos 6 % de la energía consumida en el planeta estará vinculada al hidrógeno verde (H2V). Brasil también tiene el potencial de liderar esta agenda, con una diferencia en relación al etanol, pues todavía no tiene la infraestructura para ello. No obstante, podría crearlo a través de una regulación que brinde seguridad jurídica para que las empresas realicen las inversiones necesarias.
El hidrógeno verde —que puede convertirse en combustible o electricidad— tiene tres veces más energía que la gasolina y, a diferencia de ella, es una fuente limpia que no genera contaminantes. La industria cementera, que por sí sola representa el 7 % de las emisiones de dióxido de carbono generadas por la actividad humana en el mundo, debe ser transformada por el H2V, que tiene la capacidad de reducir significativamente las emisiones de las industrias altamente contaminantes.