La diversidad en el directorio no es un fin en sí mismo sino un medio para dotar de perspectiva a la acción directiva en un mundo cambiante. La diversidad es el antídoto contra la complacencia y el groupthink, ese fenómeno psicológico que le impide a un grupo ver lo que tiene por delante.
En un entorno marcado por una creciente incertidumbre y vertiginosa disrupción en los negocios, presenciamos cada vez una mayor regulación respecto de las responsabilidades del directorio (basta pensar en el compliance o en la regulación de datos personales, etc.), así como mayores demandas respecto del rol de la empresa en la sociedad, a la que se le exige hoy no sólo tener un objeto social sino un propósito relevante.
Siendo el directorio el órgano corporativo que debe rayar la cancha de hacia dónde va la empresa, hoy más que nunca éste debe hacer gala de apertura al cambio, flexibilidad para asumir nuevos enfoques y adaptabilidad. Supone renunciar a querer controlar todo con un enfoque de espejo retrovisor del pasado para dar cabida a comprender lo que ocurre, anticipar tendencias y generar significados. Implica despojarse de la omnipotencia propia del olimpo corporativo para asumir con humildad el rol de escucha activa.
Hacer suyo este mandato de los tiempos no es tarea sencilla y menos para un órgano colegiado como el directorio. Transitar hacia escenarios de mejora continua exige que el directorio pueda detenerse a evaluar su desempeño. En nuestra experiencia, éste es un paso muchas veces doloroso, pero siempre trascendente en que el directorio puede darse cuenta para tomar las riendas de cómo maximizar su aporte a la empresa y, por ende, a nuestra sociedad. Eso es lo que hace a un directorio eficaz.