Camión transportando minerales

El cobre peruano: protagonista de la transición energética global


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El cobre impulsa la transición energética global. Perú, segundo productor mundial, tiene una oportunidad clave para liderar este nuevo ciclo.

La transición energética global avanza con firmeza impulsada por los compromisos internacionales frente al cambio climático, el avance de las tecnologías limpias y una transformación en la demanda de materias primas. En este nuevo escenario, el cobre emerge como un mineral crítico, esencial para la electrificación del transporte, la expansión de las energías renovables y la modernización de las redes eléctricas. 

Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, 2021), un auto eléctrico puede requerir hasta cuatro veces más cobre que uno de combustión interna. Asimismo, una planta solar o eólica utiliza hasta cinco veces más cobre por megavatio instalado en comparación con una central térmica convencional. Este crecimiento estructural en la demanda está estrechamente vinculado a las metas globales de descarbonización al 2050, adoptadas por economías como la Unión Europea, Estados Unidos y China. 

En este contexto, el Perú ocupa una posición estratégica: es el segundo mayor productor mundial de cobre (solo por detrás de Chile) y posee una de las carteras más importantes de proyectos en exploración y expansión en el mundo. De hecho, en 2024 el cobre representó más del 30% de las exportaciones peruanas y generó ingresos fiscales significativos a través de regalías mineras e impuestos a las ganancias, según el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP, 2024). 

Al respecto, EY ha identificado al cobre como uno de los minerales más estratégicos de esta década. En su informe “Why mineral supply chains must be part of the energy transition strategy” (EY, 2023), enfatiza que el futuro del suministro seguro de minerales dependerá no solo de la geología, sino también de factores como la estabilidad institucional, la gestión ambiental y la calidad de la infraestructura local. 

A nivel global, China continúa liderando el consumo de cobre refinado, impulsado por su dominio en manufactura de baterías, infraestructura eléctrica y vehículos eléctricos. Por otro lado, países como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea han comenzado a redirigir inversiones hacia fuentes propias o seguras de suministro de minerales críticos, como parte de sus estrategias de seguridad energética. Proyectos en África, Australia y Canadá están recibiendo incentivos fiscales y fondos de inversión para aumentar su capacidad de extracción, procesamiento y refinación. Esta carrera por asegurar el acceso al cobre y otros minerales estratégicos ha generado una presión sobre los precios y las cadenas de suministro, como lo reporta la Agencia Internacional de Energía (IEA) y el Banco Mundial. Estudios de S&P Global y Gerens, también subrayan el rol estratégico del cobre en economías en transición energética. 

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En línea con ello, el informe “Copper is the new oil” de Goldman Sachs (2023) proyecta que, si se mantienen las metas climáticas actuales, el mundo enfrentará un déficit de cobre desde 2026, con precios que podrían mantenerse por encima de los US$9,000 por tonelada en el mediano plazo. Este escenario refuerza la posición estratégica de Perú, pero también plantea exigencias concretas como: acelerar la ejecución de proyectos mineros, mejorar las condiciones para la inversión, y fortalecer el diálogo social entre el Estado, las empresas y las comunidades. 

 

La coyuntura actual representa una oportunidad histórica para el Perú. El país no solo posee reservas geológicas atractivas, sino también experiencia operativa, talento técnico y conocimiento financiero en el sector minero. Sin embargo, factores como los conflictos sociales, la demora en aprobaciones ambientales, la volatilidad política y la fragmentación institucional siguen limitando el desarrollo pleno de esta ventaja competitiva. 

 

Para aprovechar al máximo este ciclo global favorable, será crucial contar con una visión estratégica que trascienda gobiernos y se traduzca en políticas de Estado. Esto implica simplificar procesos para proyectos sostenibles, fortalecer la cadena de valor del cobre (por ejemplo, mediante incentivos para procesamiento local con estándares ESG), así como invertir en conectividad, energía, formación técnica y mecanismos de redistribución de la renta minera que generen impacto tangible en las regiones productoras. 

 

El creciente interés de los mercados internacionales por el cobre bajo en emisiones, trazable y socialmente responsable representa no solo una exigencia, sino una ventaja competitiva para quienes logren adaptarse primero. En este escenario, el Perú tiene el potencial de convertirse en un socio confiable para los países que lideran la transición energética. 

 

La demanda global por cobre seguirá en aumento en los próximos años. El reto para el Perú no solo será extraerlo, sino hacerlo con transparencia, gobernanza, trazabilidad y visión de largo plazo. Si la transición energética es inevitable, el liderazgo del cobre peruano también debería serlo. 

Resumen

La transición energética global está impulsando una demanda creciente de cobre, clave para tecnologías limpias como autos eléctricos y energías renovables. Perú, segundo productor mundial, tiene una oportunidad estratégica para liderar este mercado, pero enfrenta desafíos como conflictos sociales y burocracia. EY destaca la importancia de fortalecer la cadena de valor del cobre con enfoque ESG. La presión internacional por cobre trazable y responsable podría convertir al Perú en un socio clave. Aprovechar esta coyuntura requiere visión de largo plazo y políticas de Estado.

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