Los resultados sugieren que la cultura de integridad estaría en riesgo pues el 31% de encuestados está de acuerdo en que se tolera el comportamiento poco ético cuando está implicado personal de alta posición o de alto rendimiento, cuando ello no debería ser tolerable para ningún cargo ni ningún nivel de desempeño.
¿Percepción positiva?
En los últimos dos años se han percibido mejoras, ya que 69% de los encuestados considera que se ha puesto mayor atención a la cultura de integridad. Esta percepción de mejora en el Perú se debe principalmente a la necesidad de cumplir con exigencias de los clientes (48%), el impulso regulatorio (48%) y la gestión de la gerencia (45%).
Pese a ello salta a la vista las presiones a la hora de reportar un hecho de mala conducta. Esto se ve reflejado en que 60% de los encuestados en el Perú [porcentaje mayor al de Latinoamérica (47%) y a Global (54%)] indicó que al menos en una de las ocasiones en las que tuvieron que denunciar una mala conducta sintieron presión para no hacerlo. Por otro lado, buena parte de los ejecutivos no reportaron una mala conducta porque consideraron que no era su responsabilidad abordarlo (46%), pensaron que sus preocupaciones no serían atendidas (23%), o sintieron presión por la gerencia para no reportar una conducta indebida (23%).
¿Amenazas a la integridad?
El 80% de los encuestados en el Perú indicó que es un desafío para las organizaciones en las que se encuentran mantener los estándares de integridad en períodos de cambio o de condiciones de mercado difíciles. Este porcentaje es más alto al reportado en Latinoamérica en su conjunto (64%) y a nivel global (50%).
Tanto a nivel global como regional, más de la cuarta parte de los encuestados, 28% y 27% respectivamente, afirma que el mayor riesgo interno proviene de que los empleados no interiorizan las reglas que deben regir su conducta. Sin embargo, en el Perú se considera la presión ejercida desde altos niveles jerárquicos (29%) como la principal amenaza interna.
A nivel externo, el entorno macroeconómico actual representa la mayor presión externa sobre los empleados para no actuar con integridad, así lo afirma el 43% de ejecutivos peruanos y 39% de ejecutivos regionales. A lo que se suma la crisis relacionada a la salud y expectativas de desempeño financiero en el mercado.