Las crisis no destruyen reputaciones; las malas respuestas, sí


Cuando hay una emergencia en vuelo, los pilotos no actúan por instinto. No se dejan llevar por la intuición ni se entregan a la emoción del momento, pues hacerlo supondría un riesgo inaceptable. El error más pequeño e improbable podría desencadenar una tragedia. ¿Qué hacen entonces? Algo para muchos contraintuitivo: se detienen.  

Las crisis no destruyen reputaciones; las malas respuestas, sí. Las decisiones que se toman dentro de las primeras 48 horas son decisivas en el éxito de una investigación forense

En una situación crítica, la pausa es necesaria. Hay que redireccionar los recursos de la mente para concentrarse en ejecutar disciplinadamente un protocolo: una guía clara y muy sencilla sobre el paso a paso que debe seguirse para no tener omisiones que puedan resultar fatales. Suena fácil, pero no lo es. En momentos de alta tensión, los nervios y el calor del momento te pueden llevar a actuar impulsivamente. Seguir el protocolo, por lo tanto, requiere de preparación, temple y disciplina, tres valores tan importantes, que nos pueden salvar la vida. 

En nuestro mundo corporativo, cuando recibimos una denuncia o sospechamos de la ocurrencia de un acto irregular con un impacto potencial serio, sentimos la necesidad de actuar de inmediato. Sin embargo, al igual que en la cabina de un avión, cuando el impulso de la emoción no está bien canalizado, la acción rápida puede terminar siendo más nociva que el riesgo que se quiere contener. El desafío de una investigación no está solo en resolver el caso, sino en hacerlo preservando la integridad de la narrativa y el valor probatorio de la evidencia. No solo necesitamos encontrar la verdad: debemos llegar a ella sin contaminarla. 

Comentar abiertamente sobre nuestras preocupaciones y sospechas, solicitar la creación de reportes ad-hoc, pedir documentos y registros que habitualmente no se revisan, adelantarse a interrogar a trabajadores, hacer cambios en las configuraciones de accesos y privilegios o solicitar acceso a las cuentas de correo electrónico corporativo de personas de quienes sospechamos, son ejemplos de acciones que, en el contexto correcto, podrían ser muy útiles y sin duda estarían dentro del curso normal de una investigación. Sin embargo, fuera de él, pueden generar más problemas que soluciones. Pueden vulnerar derechos laborales, comprometer pruebas, detonar filtraciones internas y, de cualquier forma, poner en riesgo el valor probatorio de la evidencia en una disputa o proceso judicial. Es decir, lo que parece ayudar puede, en realidad, destruir la investigación. 

Muchas veces he oído que nuestro oficio se parece al de un detective. Ahora reflexiono sobre él y siento que en este punto se parece más al de un cirujano: alguien que, antes de intervenir, estudia minuciosamente el caso. No solo evalúa el área afectada; analiza todo el contexto. Revisa el historial, hace preguntas relevantes y define con claridad la ruta crítica que seguirá durante su intervención, dejando poco espacio para la improvisación. Al igual que en la aeronáutica, cada paso está definido con apego a protocolos. Esto no es una coincidencia: cuando el riesgo es muy alto, no pueden quedar cabos sueltos, y en una investigación forense, cada cabo suelto es una oportunidad para contaminar la verdad. 

Antes de investigar un hecho, no sabemos aún sobre cuándo se originó, si se trata de un evento aislado o si es más bien la práctica común, si se trata de una irregularidad reciente, o algo que lleva años ocurriendo. El origen es algo que descubriremos después, si abordamos bien la investigación. El único punto en el tiempo que es cierto en este momento, y el único que debe disparar una respuesta organizada, es el momento en que tomamos conocimiento del hecho. Ese instante marca el inicio del tiempo relevante para los fines de una investigación. No importa si ocurrió ayer o hace dos años. Lo que importa es que ahora lo sabemos, y desde ahora comenzamos a responder. Lo que hagamos en las siguientes horas definirá no solo el éxito de una investigación, sino también el destino reputacional, financiero y legal de toda la organización.  

Los protocolos de investigación son un componente esencial dentro de un modelo de prevención eficaz. Su implementación oportuna y adecuada puede tener un efecto eximente de responsabilidad para una persona jurídica frente a delitos cometidos por sus empleados, conforme a lo establecido en el reglamento de la ley 30424.

¿Cómo hacerlo? 

Los protocolos de investigación son como los trajes a medida: de lejos no se notan las diferencias, pero solo te queda el que fue hecho para ti. A continuación, listo seis componentes que deben ser considerados en la elaboración de un protocolo de investigaciones: 

  1. Detección y activación: ¿quién recibe la alerta, cómo se verifica su verosimilitud y qué condiciones activan una investigación? 
  2. Resguardo de evidencias: información (física o digital) que debe preservarse sin manipulación: accesos, correos, archivos, registros. 
  3. Gobernanza del incidente: ¿quién lidera?, ¿quién decide?, ¿quién ejecuta? ¿Cuándo se recurre a asesores externos? 
  4. Protección de las personas: salvaguardar la integridad y privacidad de denunciantes e involucrados, incluso si aún no hay pruebas. 
  5. Evaluación legal temprana: contemplar las implicancias jurídicas desde el primer momento, incluyendo reportes obligatorios.
  6. Narrativa institucional: lo que se comunica —y lo que no— también construye la verdad. Comunicar bien es parte del protocolo. 

 

Para tomar acción 

No tenemos una bola de cristal que nos diga qué hecho nos tocará investigar en el futuro. Y, sin embargo, sí podemos prepararnos para no fracasar en el intento. Existen pequeñas decisiones pueden marcar diferencias enormes en nuestra capacidad de conducir una investigación con éxito. Y todo comienza con una: decidir —con tiempo y criterio— qué hacer cuando aún nada se ha dicho.  

Resumen

En situaciones críticas, como una emergencia aérea o una investigación corporativa, actuar impulsivamente puede ser perjudicial. La clave está en detenerse, aplicar protocolos claros y disciplinados, y preservar la evidencia sin contaminarla. Las primeras 48 horas son decisivas para proteger la integridad de la investigación y la reputación institucional. Un protocolo bien diseñado —adaptado a cada organización— debe contemplar detección, resguardo, gobernanza, protección de personas, evaluación legal y narrativa institucional. Prepararse con anticipación permite responder con criterio, minimizar riesgos y fortalecer modelos de prevención eficaces. 


Acerca de este artículo

Artículos relacionados

Las dos caras de la moneda: objetivos y riesgos

La gestión de riesgos empresariales es compleja y necesaria. Evaluar nuestra capacidad no debe basarse solo en el éxito actual.

Enfocandose en el valor de largo plazo e iniciativas sostenibles

Las empresas se ven empujadas a encontrar un balance entre resultados inmediatos con las demandas por obtener beneficios sostenibles.

Principales riesgos laborales 2025

Un año preelectoral trae consigo ciertas alertas, además de lo que estamos observando en el mercado laboral peruano.