Muchas empresas que fracasan en sus iniciativas de gestión de riesgos le dedican altas dosis de tiempo, esfuerzo y dinero a las herramientas duras, y dejan de lado la cultura organizacional. Sin embargo, la experiencia demuestra que una cultura organizacional fértil para la gestión de riesgos puede no solo favorecer la correcta conducción de actividades de mitigación, sino además ayudar a compensar las fragilidades o carencias de los distintos componentes del sistema.
Curiosamente, desestimar la cultura organizacional es un problema común, y cuando se presenta puede llegar a ser muy nocivo. Los esfuerzos dedicados al desarrollo de herramientas duras producen entregables tangibles casi de inmediato; esto genera en la alta dirección una falsa sensación de seguridad y le hace bajar la guardia, lo cual incrementa su exposición. Los esfuerzos por moldear la cultura organizacional, en cambio, son como ir al gimnasio: no arrojan resultados visibles de inmediato. Sin embargo, cuando comienzan a aparecer los primeros brotes, estos nacen con raíces muy robustas.